martes, 19 de octubre de 2021

EN ESPERA VIGILANTE

 

Con el paso del tiempo descubres que la vida es una espera en vigilia. Sabes, y es lo único cierto en este mundo, que un día llegará tu hora final, y, aunque no piensas ni la tienes presente, te mantienes vigilante de tu salud. Y lo haces a través de los síntomas y enfermedades que te van avisando de tu estado de salud. 

Sin embargo,  esa preocupación por tu salud no se corresponde con la vigilancia por tu alma. Al menos en una gran mayoría de las personas. Y ese es el problema, porque la vigilancia más importante es cuidar la salud de nuestra alma. Y a eso se refiere el Evangelio de hoy:  

Lc 12,35-38): En aquel tiempo, Jesús dijo a sus discípulos: «Estén ceñidos vuestros lomos y las lámparas encendidas, y sed como hombres que esperan a que su señor vuelva de la boda, para que, en cuanto llegue y llame, al instante le abran. Dichosos los siervos, que el señor al venir encuentre despiertos: yo os aseguro que se ceñirá, los hará ponerse a la mesa y, yendo de uno a otro, les servirá. Que venga en la segunda vigilia o en la tercera, si los encuentra así, ¡dichosos de ellos!». 

Conviene estar vigilante, no sólo de la salud del cuerpo, que importa y debemos cuidarlo, sino - y es lo más importante - de la salud del alma, para que cuando llegue el Señor nos encuentre bien despierto y dispuestos con nuestras lámparas bien encendidas. O lo que es lo mismo, nuestra Vida de Gracia bien surtida y sostenida por nuestro amor escondido en nuestras obras de caridad.

Porque, cuando amas sirves y te pones a disponibilidad del que lo necesita. Y esa es nuestra esperanza, perseverar en el amor a la hora que decida el Señor presentarse en nuestra vida. Para que nos sorprenda en esa actitud de reconocerle como el Señor y Padre nuestro. Y amar como él nos ha enseñado con su Vida y su testimonio.