No lo dudes porque
no lo entenderás. Ten por seguro que a pesar de tus propias tormentas y borrascas,
Dios está presente siempre en tu vida. Posiblemente no lo verás e incluso
dudarás de su presencia, pero, Él siempre está. Y está porque nuestro destino
está ligado a Él. De Él salimos y a Él volveremos.
Esta hecho cargado
de simbolismo nos prepara para fortalecer nuestra fe. Pedro se hunde y Jesús,
que camina sobre las aguas, le tiende la mano para salvarlo. ¿No crees que a ti
también, a pesar de que te veas perdido, te la tenderá? Eres su hijo, con la misma
dignidad que Pedro, y Dios, nuestro Padre, no quiere con la misma misericordia
y amor para salvarnos.
Eso sí, necesita
que tú se lo pidas y le tiendas tu mano. No importa la tempestad que sea ni por
muy grande que sea. El Señor apacigua la tormenta y calma los vientos. Él es el
Señor del Cielo y la tierra. Simplemente basta tocarle con fe y tu propia
tormenta interior, tu debilidad física y tu cercanía de muerte se vestirán de
gozo, de paz y de alegría.
La Santa Unción es el Sacramento que, me atrevo
a decir, equivale a la llamada de Pedro cuando se hundía en el mar. ¡Señor, que
me hundo! Cuando nos viene la duda, cuando nos llega la hora o está próxima, ¡llama,
como Pedro, al Señor! Él tenderá su mano y te sacaré de esa inmundicia donde tu
vida está metida. Él limpiará tu vida y la preparará para entrar en el Reino de
los Cielos. Su Misericordia y Bondad es Infinita.