Nuestra primera
intención es depender de nosotros mismo y, por supuesto, no deber favores a
nadie. Pero, una cosa es nuestra intención y otra la realidad en la que estamos
inmersos. Somos seres en relación y dependemos unos de otros aunque las
apariencias quieran engañarnos. Vivimos en sociedades donde la vida es posible
y, hasta cierto punto cómoda, por el servicio que nos prestamos los unos a
otros. Y Jesús, el Señor, se nos regala y da gratuitamente por verdadero amor.
Se parte y se da. Y se queda Eucarísticamente bajo las especies de pan y vino
para darse en alimento espiritual a cada uno de los que creen en Él y se acerca
a recibir ese Pan y Vino transformados en su Cuerpo y Sangre.
Necesitamos los
unos de los otros, pero, somos criaturas necesitadas de Dios. Él es nuestro
Camino, nuestra Verdad y nuestra Vida. Y sin Él nada podemos ni nada somos.
Vivimos la realidad de nuestra vida buscando la felicidad, pero sin Él pierde
todo sentido, porque la felicidad y el gozo están en Él. Y solo un amor
misericordioso como el que Él nos da nos puede dar Vida. De modo que necesitamos
estar a su lado, esforzarnos en imitarle y alimentarnos de su Cuerpo y Sangre.