domingo, 28 de enero de 2024

NO PODEMOS VIVIR RESIGNADOS Y DESESPERANZADOS DE ALCANZAR LA FELICIDAD Y VIDA ETERNA.

¿Qué vida nos espera si pensamos que todo termina en este mundo? ¿Para qué entonces tantos afanes, esperanzas, ideales y trabajo? ¿Qué sentido tiene todo esto? Es evidente que sin una esperanza en el más allá la vida pierde todo su sentido. Luego, la cuestión será plantearnos ¿en qué, o mejor, en quién creer?

No cabe ninguna duda que Aquel en quien creamos tendrá que ser Alguien cuya autoridad y palabra sea digna de creer y toque profundamente nuestros corazones. Quizás esa sea la respuesta a la necesidad de los milagros que hace Jesús. Realmente no busca su lucimiento personal sino despertar en nuestros corazones la fe en Él. Su Palabra y su Vida dan crédito a nuestra fe y asombro: Todos quedaron pasmados de tal manera que se preguntaban unos a otros: «¿Qué es esto? ¡Una doctrina nueva, expuesta con autoridad! Manda hasta a los espíritus inmundos y le obedecen».

Ahora, ¿y nosotros? ¿Nos hacemos la misma pregunta? ¿Nos asombramos de la Vida y Obras del Señor? Porque están escritas en los Evangelios. Y los que han experimentado su Palabra también han experimentado su presencia: ¡Jesús Vive y está entre nosotros! Ahí están los interrogantes a los que tenemos que dar respuesta con nuestra vida. Y Jesús, el Señor, la espera.