No se es poderoso
por y cuando se tiene poder. Se es de verdad poderoso cuando tu poder lo
empleas en servir. Sobre todo a los más necesitados. Lideras cuando eres capaz
de ponerte al servicio de los demás. De lo contrario dicta e impones. Es decir,
te haces dictador e impone tu dictadura.
El poder es
verdadero cuando va unido al servicio. Y es voluntario. Es decir, se hace por
amor y gratuito. Pero, parece que no es cosa fácil para el hombre, pues su
corazón está apegado a muchas cosas que le seducen, que le atraen y le impiden
servir y amar. No nos resultará difícil explicarlo, pues lo vemos a diario en
la política. No son precisamente los políticos servidores del bien común, al
que se presentan voluntariamente pero, por lo que se ve, con otros fines e intenciones.
No son ellos los que sirven, sino lo que se sirven del poder que el pueblo les
da para provecho propio.
Cuando Jesús tocó
el tema del poder, lo unió siempre al servicio. Solo se puede liderar
sirviendo. No hay alternativa. Y aceptarlo no es fácil. Sucede que actualmente
padecemos sequía de guías válidos
capaces de liderar con la bien intencionada y justa intención – valga la
redundancia – para buscar el bien, la verdad y el servicio sobre todo a los más
que lo necesitan.
Por todo ello,
podemos resumir todo en una simple y profunda palabra: amar. Todo consiste en
amar, tal y como somos amados por nuestro Padre Dios.