Mt 2, 13-18 |
Quizás, como
ocurrió con José, el Señor, que es nuestro Padre y nos quiere con locura, nos
habla una y otra vez. Somos sus hijos y quiere por encima de todo nuestro bien
y salvación eterna en pleno de gozo y felicidad. Por lo tanto, ¿cómo no pensar
que Dios nos toca, nos habla y busca nuestro bien?
Ahora, ¿le
escuchamos? Ponemos nosotros atención a la voz de Dios? Es evidente que el
testimonio de José no deja lugar a la duda: Se levantó, tomó al Niño y a su
Madre, de noche, se fue a Egipto y se quedó hasta la muerte de Herodes para que
se cumpliese lo que dijo el Señor por medio del Profeta: «de Egipto llamé a mi hijo». Ahora podemos preguntarnos: ¿Y cuál es mi testimonio?
Despertemos porque
Herodes sigue de pie. También en nuestro tiempo hay muchos Herodes que están
atentando y amenazando a muchos niños. Tanto afuera como dentro del vientre de
sus madres. Niños explotados, usados para placer sexual, obligados a trabajos y
a la militancia militar, mal tratados, expoliados de sus derechos…etc. ¿Dónde
estamos nosotros? ¿Actuamos de manera indiferente siendo cómplices de Herodes o
buscamos en ese Niño Dios nacido en Belén anunciar su Vida, su Amor
Misericordioso y defender la vida de esos otros niños amenazados de peligros y
muerte?
Pensemos seriamente donde nos encontramos y que, desde nuestra sencillez, humildad y posibilidades, hacemos o podemos hacer al respecto. Porque muchos niños están en este momento en peligro y amenazados de muerte.