La solución del
mundo no pasa por el cumplimiento de las reglas, códigos y preceptos de la Ley.
Es evidente que son necesarias y que el mundo se guarda de que, por ellas, se
mantiene algo ordenado. Pero no es la solución para que en el mundo reine la
paz, la justicia y la verdad. La experiencia nos dice que nuestro mundo está
lleno de mentiras, injusticias y abusos que siempre recaen en los más débiles y
pobres.
El mundo se salva
por la misericordia. Por tanto, la misericordia es la receta y la solución. Y
lo es porque nuestro Padre Dios es Infinitamente Misericordioso. La parábola que
nos relata hoy nos habla de esa infinita misericordia que un rey quiso aplicar con
sus criados y como procedió con uno que, recibiendo misericordia, de una deuda
imposible de pagar, no correspondió de la misma manera con otro que le debía
una deuda pagable.
Nos retrata de
forma perfecta. Hemos recibido de Dios todo: La vida, los talentos, los bienes
y la oportunidad de vivir con la esperanza de, pasado esta vida mundana, mal o
bien, encontrar la Vida con mayúscula del gozo eterno junto a Él. Recordemos la
parábola del rico epulón y Lázaro de hace días, o la del hijo pródigo. Todas
guardan un denominador común: el amor y
la misericordia. Porque, quienes aman son misericordiosos. Y quien vive y
práctica la misericordia será también recibido misericordiosamente.
Vivimos en la esperanza de ser felices eternamente por la Infinita Misericordia de nuestro Padre Dios. Y la recibimos gratuitamente sin merecerla. ¿Cómo podemos ser tan ilusos e idiotas de no darla gratuitamente también nosotros?