Cuando oímos a alguien
hablar en verdad y justicia quedamos admirados y abiertos a aceptarle y a
seguir esos caminos que traza desde la verdad y la justicia. Pero, resulta que
luego su vida no coincide con su palabra y quedamos decepcionados. Una palabra
sin coherencia es una palabra vana, nacida desde la mentira y fabricada en la
apariencia.
No es cosa que se
descubra de repente. Por desgracia la hemos vivido en nuestras propias carnes
con los políticos. Más en estos momentos de corrupción que vivimos actualmente.
Y es que la Palabra del Señor alumbra todos los tiempos y es siempre actual. Hoy
apreciamos que la Palabra de Jesús, pronunciada hace ya unos dos mil o más años
es actual.
Debemos clarificar
que no es la Palabra la que se pone en duda. Los que dicen, sean los que sean,
referente a la Palabra del Señor es cierto y es la Verdad. Es, como decimos,
Palabra de Dios. Pero, cosa muy diferente es la sintonía que hay entre la vida
del quien la proclama y la Palabra. Porque, la autoridad de Jesús nace de su
coherencia entre su Palabra y su Vida. Van a la par y se corresponden
mutuamente. ¡De ahí el asombro de la gente de su tiempo al ver con que
autoridad Jesús exponía su Palabra y nos revelaba la Buena Noticia de
salvación.
Y es que la autoridad nace desde la coherencia de la palabra proclamada. De modo que todo será vano si tu palabra no coincide con tu vida sino que busca el lucimiento, la apariencia falsa, el hacer creer que eres lo que no eres y las malas intenciones que se esconden en tu corazón. Nos viene bien este tiempo cuaresmal para mirarnos por dentro y vernos tal cual somos. Y, desde ahí, presentarnos ante el Señor abiertos a su perdón misericordioso y arrepentidos de nuestros pecados.