El Evangelio de
hoy deja meridianamente claro que el vínculo con Jesús no es tanto el de sangre
sino el del amor. Un amor nacido desde la escucha de su Palabra y materializado
en el compromiso con los demás, sobre todo los necesitados y más pobres. A la
llamada de que su Madre y hermanos le buscan, Jesús responde: «Mi madre y mis
hermanos son aquellos que oyen la Palabra de Dios y la cumplen».
La Palabra de
Jesús es Palabra de Dios y va dirigida a cada uno de nosotros, a todo el
universo, a toda criatura porque todos han sido creados por Dios. Por lo tanto,
el Evangelio, Palabra de Dios, ha sido escrito para ti y si tienes la
oportunidad de leerlo debes escuchar esa Palabra y ponerla en práctica en tu
vida. Otra cosa que no tengas esa posibilidad de conocerla y leerla y no la
conozca. Cada cual sabe realmente cuan es su situación y las posibilidades que
tiene de conocerla, leerla, escucharla y llevarla a su vida. Y cada cual
responderá de esa su responsabilidad ante Dios.
El verdadero
vínculo está en eso, en conocer la Palabra de Dios y llevarla a tu vida. En eso
se identifican su Madre y sus hermanos, escuchan la Palabra de Dios y la
cumplen. Y es su Madre, también nuestra Madre, la primera discípula y el primer
testimonio de escucha y cumplimiento de la Palabra de Dios. Y, aprovechando su
maternidad de Madre queremos mirarnos en ella y tratar de imitarle en la
escucha y cumplimiento atento y comprometido en cada día de nuestra vida.
Ese es el camino, el reto de cada día, empezar de nuevo desde la Palabra de Dios, su escucha atenta y, asistidos en el Espíritu Santo, esforzarnos en llevarla a nuestra vida de cada día sabiendo que el Señor camina y está con nosotros.