viernes, 25 de febrero de 2022

INDISOLUBILIDAD

 

El amor es indisoluble, no se acaba ni muere nunca. Hemos sido creados por amor y nuestro destino es la Vida Eterna. Otra cosa es que la rechacemos por el pecado y no queramos darnos cuenta. Igual ocurre con el matrimonio, decimos querer y amar al cónyuge y, de repente, le odiamos. ¿Es eso posible? Dios no nos ha creado así. Nos ha dado un corazón para amar y no para odiar. ¿Qué ocurre entonces?

El pecado trastorna nuestro corazón y, por la libertad que se nos ha dado, odiamos en lugar de amar. Igual que rechazamos nuestra felicidad eterna eligiendo la condenación eterna. Es eso lo que ocurre en el matrimonio. Cuando el amor es puro, es maduro, es cuidado, cultivado y responsable, la unión de un hombre y una mujer es para siempre. No hay alternativa, porque, de haberla, ese amor habría sido construido sobre arena movediza y sobre el falso y egoísta lodazal de la mentira y la pasión.

Es el hombre el que se empeña en cambiar el Plan de Dios para con la unión del hombre y la mujer. Es el hombre quien, por el pecado, se somete a las pasiones, a los deseos y egoísmos que le separan del cónyuge y rompen el vínculo sacramental. Y, cuando hablo del hombre, entiéndase que también donde digo hombre, digo mujer. Ambos tienen la misma responsabilidad, las mismas tentaciones y los mismos pecados. Por eso, necesitamos el sacramento del matrimonio. Invitar a Dios a que nos asista, nos auxilie y nos fortalezca en esa unión necesaria y vital para también fortalecernos en la educación de los hijos.

Miremos como nos ama el Señor. A pesar de nuestros rechazos, de lo que le decepcionamos, de nuestros fallos, de nuestra actitud de volverle la espalda, de nuestra indiferencia y…etc. Nuestro Padre Dios sigue amándonos y manteniendo su propuesta de amor eterno invitándonos a compartir eternamente su Gloria. ¿Y nosotros nos empeñamos en romper nuestros matrimonios por pequeñas diferencias egoístas? ¿Es qué no entendemos que el amor se prueba y se comprueba cuando necesariamente exige esfuerzo, comprensión, abnegación, despojamiento y…? - pon tú lo demás -.

Las Palabras de Jesús son tajante y claras: Jesús les dijo: «Teniendo en cuenta la dureza de vuestro corazón escribió para vosotros este precepto. Pero desde el comienzo de la creación, Él los hizo varón y hembra. Por eso dejará el hombre a su padre y a su madre, y los dos se harán una sola carne. De manera que ya no son dos, sino una sola carne. Pues bien, lo que Dios unió, no lo separe el hombre».

Y, tras la insistencia de sus discípulos, quizás porque, como nosotros nos cuesta entenderlo, les dijo: «Quien repudie a su mujer y se case con otra, comete adulterio contra aquélla; y si ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio». Ahora, saquemos nosotros nuestras conclusiones.