lunes, 5 de abril de 2021

ES OBVIO, NO SE PUEDE NEGAR TU RESURRECCIÓN, SEÑOR

(Mt 28,8-15

Muchas veces me he quedado perplejo ante la evidencia de aquellos que niegan la Resurrección del Señor. Y me digo que será porque el admitirla le supondrá un cambio en el camino de su vida que no están dispuesto a dar. Por tanto, muchos consideran mejor quedarse quietos, instalados y establecidos en sus comodidades, apetencias y situación. ¡Como siempre!, serán los pobres, los que sufren y lo pasan mal aquellos que le buscarán.

Y eso fue lo que realmente sucedió, aquellas mujeres, los apóstoles no se atrevían, fueron al sepulcro a derramar sus lágrimas y a descargar sus emociones y sufrimiento que les suponía la pérdida del Maestro. Un Maestro que les había llenado sus vidas de esperanza y de gozo. Sin embargo, aparentemente todo parecía haber acabado. En ese contexto, aquellas mujeres se dispusieron acercarse al sepulcro con la intención de limpiarlo, poner flores y perfumarlo. 

Podemos suponer e imaginar la sorpresa que pudo suponerles no encontrarlo. Lo primero que viene a nuestra cabeza es que se lo han llevado. Y eso deja claramente que no habían entendido nada de lo que Jesús les había dicho. Ahora, ¿lo entendemos nosotros? Porque, ¿es posible pensar que alguien se lo ha llevado? Los sumos sacerdotes sobornaron a los guardias para que dijeran que sus discípulos lo habían robado. Y los discípulos pensaron que habían sido los que se resistían a creer en Él.

¿Y qué sucedió? ¿Es posible que con tantos adelantos y avances no se haya podido encontrar los restos de Jesús? ¿Tan lejos, en tan poco tiempo, se puede esconder un cuerpo que no se pueda encontrar? Se descubren civilizaciones, restos arqueológicos y esqueletos milenarios, ¿y no se descubre el cuerpo de Jesús?  Es disparatado y absurdo no aceptar que verdaderamente Jesús ha Resucitado. El mismo se ha encargado de anunciarlo a aquellas mujeres que iban de regreso, asustadas, a comunicar su desaparición. Y la sorpresa les envolvió de alegría y esperanza.

Corrieron a anunciar que Jesús había Resucitado y se convirtieron en las primeras anunciadoras de la Buena Noticia. Entonces entendieron que Jesús se los había anunciado ya, al tercer día Resucitaría. Y, por supuesto, está entre nosotros.