El mundo nos
embota, nos ciega y debilita nuestra voluntad hasta el punto de que nos somete
y dirige como meras marionetas. Tenemos delante la solución y no la vemos; oímos
la Palabra y no la entendemos ni le prestamos la debida atención. Caminamos
embotados y ciegos como ovejas sin pastor seducidas por lobos. Realmente,
¿sabemos a dónde vamos?
¿Es que no nos
damos cuenta? Pensamos en la muerte, cosa segura y cierta, pero no nos paramos
a pensar que hay detrás de ella. ¿Acaso no sentimos dentro de nosotros – en lo
más profundo y recóndito de nuestro corazón – un impulso y fuerte deseo de
vivir eternamente? ¿Por qué no lo escuchamos y reflexionamos al respecto? ¿Nos
da miedo? ¿Y no nos dará más miedo y será trágico encontrarnos con la verdad cuando
llegue la hora de la muerte? ¿Cómo es posible que no tratemos de indagar,
buscar, escuchar, atender y ver que es lo que está pasando? ¡Nos jugamos la
Vida y la Felicidad Eterna!
¿Te has parado a
pensar lo que ocurrió en el milagro de los panes y peces? ¿No entiendes como
Jesús multiplica el pan y da alimento a todos? ¿Y no nos lo promete pocas horas
antes de morir en la última cena? ¿No entrega su Cuerpo y Sangre para hacerse
alimento espiritual para todos los que en Él creen? ¿Y no nos promete qué quien
come su Cuerpo y bebe su Sangre tendrá Vida Eterna? Luego, ¿qué estamos
haciendo y en qué estamos perdiendo el tiempo? ¿Vale la pena vender ese regalo
de Vida y Felicidad Eterna por un poco de felicidad – nunca plena – cuatro días
en este mundo?
Conviene que nos serenemos, nos apartemos un poco del ajetreo de este mundo y reflexionemos sobre nuestro futuro, sobre nuestra felicidad y sobre lo que realmente nos da gozo y plenitud eterna como realmente deseamos.