viernes, 9 de marzo de 2012

¿DE DÓNDE NOS VIENE LO RECIBIDO?

(Mt 21,33-43.45-46)

Porque hemos recibido cualidades y talentos. Cada cual según percibe y descubre, porque, sin lugar a dudas, no somos iguales. Observamos que unos han recibido más que otros, al menos a nosotros nos lo parece. 

Hay personas que arrastran gran dificultad en su físico, bien porque son muy obesas o porque padecen alguna enfermedad, o porque han nacido con alguna anomalía. Otras, en cambio, lucen una hermosa imagen, e incluso tienen cualidades que las hacen relevantes. ¿Por qué eso es así¿, nos preguntamos.

En el huerto o jardín hay flores y árboles de muchas clases. Unos dan frutos buenos, otros no tan buenos y algunos incluso malos. Pero todos habrá que cuidarlos para sacar de ellos lo mejor de sus frutos. Incluso los malos. Todos sirven para algo, y cada uno tiene su función.

De la misma forma, todos estamos por algo y para algo, y cada uno debe cumplir con el fin encomendado. Nuestro árbol particular debe dar los frutos que de él se espera, y eso nos será reclamado en el atardecer de nuestra vida. Claro, no hay otro tipo de agua y de abono que la del amor para cultivar ese nuestro jardín. 

Con otro tipo de abonos y agua se morirá. Y eso suele pasar cuando dejamos entrar el abono del miedo, de la desesperanza, del odio, la envidia o la soberbia. Lo que crece en nosotros no son los buenos frutos, sino los malos, los que contienen egoísmos y desamor. 

Por eso, debemos ser pacientes, aplicados, obedientes, fieles y, cada mañana, atender nuestro huerto particular, el que se nos ha sido confiado, con los cuidados del amor y de la buena tierra. Así, cuando venga el Amo encontrará los frutos que espera recoger.