domingo, 6 de abril de 2025

MIRANDO TU PROPIA CONCIENCIA

Es evidente que nadie está exento de pecado. ¿Quién se atreve a levantar la mano considerándose libre de pecado? Aquella pregunta de Jesús fue demoledora. Bien es verdad que hay muchos que, esclavizados de sus pasiones, se atreven a tirar la piedra. Pero, aquella gente pecadora, como todos, ante la mirada de Jesús, llena de bondad y ternura, no pudieron evitar verse retratados. Tal como menciona el Evangelio, al observarse a sí mismos, comenzaron a retirarse, empezando por los de mayor edad.

Quizás a nosotros nos sucede lo mismo, vemos nuestro rostro contaminado por el pecado, pero nos mantenemos en esa situación. Nos somos capaces de mirarnos, de escudriñar en nuestras propias conciencias, y permanecemos en la caída. Posiblemente, nos falta el arresto de levantarnos, tal como hizo aquel hijo pródigo, y regresar a la Casa de nuestro Padre.

Pero, sobre todo, porque no somos capaces de mantener nuestra mirada con la de Jesús, el Señor. Su mirada nos limpia, nos fortalece y nos desata de la fuerza del pecado liberándonos de su esclavitud y sometimiento. Necesitamos reconciliarnos con el Señor a través del Sacramento de la reconciliación. Él lo ha instaurado para que podamos levantarnos y fortalecernos con su Gracia. En Él encontraremos las fuerzas para levantarnos y regresar a la Casa del Padre.