Una de nuestras peores
tentaciones es la impaciencia y la rapidez. Todo se andará en aquel que confía en
Dios. La semilla plantada es algo muy pequeño, apenas puedes verla y
distinguirla ya hundida en la tierra. Sin embargo, crece y se hace grande. ¡Tan
grande que hasta los pájaros viene a anidar en sus ramas!
Tanto la levadura
que, mezclada con la harina, fermenta y se extiende hasta aumentar y
convertirse en pan, como la semilla que hundida en la tierra crece y se
transforma en árbol que da cobijo a muchos pájaros, son pequeñas y necesitan
tiempo para crecer hasta darse en alimento y cobijo,
De la misma manera, también nosotros
necesitamos tiempo para que la fe, esperanza y caridad se arraiguen en nuestro
corazón hasta enraizarse, fortalecerse y dar frutos por amor a los demás. Pero,
ese tiempo exige camino, fe, paciencia y confianza en Aquel que irá
convirtiendo tanto tu pequeña levadura como semilla en algo que ira siendo
Buena Noticia para la salvación de los demás.
Porque, no serás tú ni tus atropelladas e imperfectas obras, será la mano de Dios que irá amasando tu levadura y tu semilla para que la una fermente y la otra crezca hasta dar frutos. Por tanto, tratemos de ser levadura y semilla dejadas en la mano de nuestro Señor, porque solo en Él seremos capaces de ser realmente levaduras y semillas que amasadas en el Amor y Misericordia de nuestro Padre Dios hablarán de su Infinito Amor Misericordioso. Seamos, pues, pacientes y confiados. La Palabra del Señor nunca dejará de cumplirse.