sábado, 4 de enero de 2020

ANUNCIAMOS A JESÚS

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Jn 1,35-42
Cuando vuelves la mirada para ver la trayectoria de tu camino y dar gracias a todos los que te han ayudado a perseverar y seguir hacia adelante, descubres que, por el anuncio de los otros has tenido la oportunidad de conocer y seguir al Señor. Son estos momentos oportunos para dar gracias a todos aquellos que con su presencia y su testimonio te han ayudado a sostenerte fiel al Señor. 

No cabe ninguna duda que, por la Gracia de Dios, estás en su presencia, pero es justo y bueno reconocer que, tú, que has puesto tu libertad, gratuitamente regalada por el Señor, a su disposición, has permitido que, por su Gracia, has sido instrumento en sus Manos para que tu fe contagia a otros.

Y en estos momentos quiero agradecer a todos los que me han ayudado en este camino. Mi perseverancia y mi fe, por la Gracia de Dios, ha sido también sostenida por el buen testimonio y la perseverancia de otros que han correspondido a esa Gracia. Por tanto, gracias a todos. No quiero nombrar a nadie, pues temo dejar, por olvido, a muchos y no quiero correr ese riesgo. A todos y cuando digo a todos incluyo a todos, de manera especial a los que, día a día, están presente en mis humildes reflexiones. Sus me gusta; sus comentarios y sus perseverancias me contagian, me fortalecen y me animan en el camino. Y me comprometen a seguir en la lucha de cada día y a continuar con el trabajo y las reflexiones. Gracias una vez más.

Pero, también quiero dar las gracias a Juan el Bautista, que fue el primero que advirtió la presencia de Jesús y nos puso en guardia avisándonos que Él era el Cordero que quita el pecado del mundo. También a los discípulos de Juan, Andrés y Felipe, que fueron los primeros que siguieron, por indicación de Juan, a Jesús, y que lo presentaron a otros, como Andrés a su hermano Simón, a quien Jesús puso el nombre de Pedro.  Gracias también a la Iglesia, que me acompaña, me enseña y me guía.

Pero, gracias, sobre todo, a María, la Madre de Dios y la Madre de todos, que con su fe, tras el anuncio del ángel, creyó en la Palabra de Dios. Ella fue la semilla bendita que eligió Dios para que su Hijo se encarnara en Naturaleza humana y habitara entre nosotros. Gracia María, Madre de Dios.