jueves, 27 de febrero de 2020

LA CRUZ VIENE POR SÍ SOLA

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Lc 9,22-25
La vida es una cruz, solemos decir en muchos momentos determinados de nuestra vida. Y es que las cruces vienen solas: enemistades, enfermedades, adversidades, tormentas...etc. No hay necesidad de buscar cruces, la vida misma te las da en la medida que tratas de ser fiel a Jesús y, por tanto, estar abierto al bien, al servicio en la verdad y la justicia. Todo se complica a la hora de amar.

Jesús nos lo enseña con su vida y sus obras. No necesitamos complicarnos la vida, sino vivir fiel a sus enseñanzas y las cruces aparecen en la cotidianidad de cada día. Ser cristiano no es cuestión de dar la cara en momentos determinados de persecución o martirio, que lo es, y está bien, sino de ser fiel a las enseñanzas de Jesús cada instante de tu vida. La cruz no se busca ni se inventa, sino que aparece en tu vida cuando te planteas vivir fiel a la Palabra de Jesús, porque ello te exige estar disponible y entregado al servicio y a las necesidades de los demás.

El corazón se te encoje y te duele con cada cristiano perseguido y amenazado de muerte en muchas partes del mundo en este momento. El corazón se te parte cuando sabes que hay mucha gente, sobre todo niños que sufre y padecen hambre. Sufrir y rezar por ellos, aparte de hacer lo que puedes desde la distancia es aceptar esa cruz donde todos nos añadimos a la de Jesús. 

Y esas son otras cruces que nos vienen impuestas por aquellos que quieren acallar y expulsar la Palabra de Dios del corazón de los hombres. De aquellos que quieren imponer su pensamiento y quitarnos la libertad de creer en la Palabra de Dios. Por lo tanto, asumimos que las cruces nos vienen por la vida misma y por todos aquellos a los que les molesta la Palabra de Dios.