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martes, 10 de junio de 2025

SAL Y LUZ

Mt 5, 13-16

Es evidente que la sal se mezcla con el alimento y lo impregna de su sabor. Y lo hace de una manera silenciosa, sin llamar la atención sino transformando el sabor de ese alimento con el que se mezcla.

—Así debería contagiar yo mi fe en los ambientes donde me muevo, ¿no te parece Pedro?

—Supongo que sí, pero, una cosa es querer y otra poder.

—Para eso hemos recibido al Espíritu Santo, para, con nuestro esfuerzo, dejarle actuar y contagiar de fe nuestros ambientes. Y también de luz, porque, al mismo tiempo que damos sabor de la verdad y el bien, alumbramos el camino a seguir.

—Esa es la cuestión, ser consciente de que no estamos solos y que se nos ha dado la fuerza del Espíritu Santo. Pero, ¿lo somos?

—Debemos pedirlo y ser perseverante en esa petición. Con el Espíritu Santo podemos ser lo que Dios quiere que seamos, sal y luz. De no poder no nos lo hubiese pedido. Esa será nuestra lucha de cada día, ser sal y luz.

—Sí, estoy de acuerdo, pero nunca perder de vista que cada cual en la medida de los talentos que ha recibido. No vayamos a creernos capaces de todo. Y sin perder de vista la humildad.

—Nuestra referencia es el Señor. Él pasó por todo eso, y muchos no le hicieron caso ni le escucharon. A nosotros nos pasará igual. "Si no estamos abiertos a la guía del Espíritu Santo y no estamos dispuestos a cambiar nuestras actitudes, no podremos crecer en la fe y experimentar la plenitud de la vida en Cristo." Y menos ser sal y luz.

Ambos amigos habían decidido intentar ser luz y sal en la medida de sus posibilidades. Cada cual, se decían, según sus posibilidades y talentos. Lo verdaderamente importante era amar. En el amor está contenida la sal y la luz.

viernes, 26 de abril de 2024

ERES LA SAL Y LUZ QUE DIOS HA QUERIDO DARTE PARA BIEN DE TODOS.

Todos, tú y yo también, tenemos algo de sal y de luz con la que salar y alumbrar este mundo. Concretamente en el ámbito donde se mueve nuestra vida y en el círculo donde llegamos a influir. Cada cual tiene esa posibilidad, bien dándola, dándose o siendo objeto de recibirla. Porque, cuando das, te das o recibes estás siendo un bien para quien recibe o también da.

Es evidente que quien da experimenta un gozo de haber dado y ayudado. Sobre todo si ese dar va gratuito y simplemente por ayudar, por hacer un bien. O lo que es lo mismo, por amar. Pero, también se convierte en gozo para ese que recibe, que humillado en la actitud de pobreza se abre a ser ayudado y auxiliado. En resumen, tanto el que sana como el que es curado tiene un papel de ser sal y luz.

Sucede que en algunas ocasiones el que da ve frustrado su intento porque el que recibe se cierra a recibir. O lo contrario, a veces no hay dador y el receptor nada recibe. Se hace necesario que ambos, quien da y quien recibe se abran a la mutua comprensión y humillación y quien es luz la dé, y quien está en la sombra la reciba.

Y tanto quien da como quien la recibe se transforman también, simbólicamente, en sal que contagia y da sabor a esa relación recíproca de darse y recibir. Hacen presente el Amor entre ellos: Cuando das un vaso de agua al sediento se lo estás dando al mismo Dios.

miércoles, 26 de abril de 2023

ESCONDIDO EN LAS COSAS SENCILLAS

En muchas ocasiones nos afanamos en transmitir los mensajes de forma compleja y sofisticada. Llenamos lo sencillo y natural de complejidad, de métodos y estrategia que al final queda disperso, oscuro y ambiguo.

Siempre me ha maravillado el Evangelio. Lo he dicho en muchos momentos cuando he tenido oportunidad. La forma de exponer, nuestro Señor Jesús, las enseñanzas son tan claras, tan sencillas y entendibles por todos que no hace falta ni siquiera saber leer sino simplemente escucharlas. La sal, la luz, el pan, el agua, la levadura, la puerta, la moneda…etc. estampas cotidianas de nuestra vida que nos señalan como debemos actuar y que sorprendentemente es lo que deseamos y tenemos enraizados profundamente en nuestro corazón.

Todos queremos vivir en la verdad, tener paz y tanto amar como ser amado. Pues bien, la Buena Noticia de forma tan clara y sencilla nos descubre con hermosa profundidad esos sentimientos que duermen dentro de nuestro corazón. Precisamente en el Evangelio de hoy se nos habla de la sal y la luz. ¿Quién no entiende lo que nos dice el Señor?

De forma sencilla, amena y a la altura de todos, sin ninguna exclusión entendemos que ser sal significa dar sabor con buenas obras, con la verdad por delante, con alegría y con gozo no solo a nuestra vida sino a todo lo que nos toca o con lo que nos relacionamos. Ser sal significa contagiar del sabor del amor y la misericordia que nos viene del Señor a todo lo que tocamos.

Y somos luz cuando alumbramos el camino de nuestra vida con esas buenas obras cargadas de verdad, de justicia y de amor gratuito y misericordioso. Somos luz cuando a través de nuestra vida vamos alumbrando el camino por donde encontramos la verdad, la justicia, la fraternidad, el gozo y alegría de sabernos hijos de Dios y invitados a vivir en plenitud eternamente. Tratemos, pues, de ser sal y luz.

domingo, 5 de febrero de 2023

SIN SER ADVERTIDOS, COMO LA SAL Y LA LUZ

Cuando falta sal en las comidas adviertes su importancia y la necesidad de condimentar la comida con ella. Sin sal la comida pierde sabor. Por otro lado, cuando entras en una habitación adviertes lo que hay en ella. Observas el mobiliario, los adornos pero la luz pasa desapercibida. Solo si se hace la oscuridad nota en falta la luz.

Dos notas muy características de como debe ser la acción cristiana en el mundo. Acción que pasa desapercibida pero que se necesita para que la vida tome sentido y haya verdadero servicio de caridad y misericordia. Solo cuando ese amor escondido y misericordioso falta notamos la importancia de su presencia y la labor de su servicio. Y en ese sentido hay muchos cristianos que pasan día a día de puntillas y sin ser visto. Cristianos que sirven en silencio y humildad.

Cuántos conventos, monjas y monjes, hermanos y hermanas de la caridad que trabajan en el anonimato entregando su amor y servicio en silencio y sin casi ser notados. Posiblemente, el día que necesites de ellos advertirás su amor y su importancia. Santos y santas de la puerta de al lado como diría el Papa Francisco. Pues bien, esa es la función de la sal y la luz. Ser sal y luz significa dar sabor de amor y misericordia a la vida y alumbrar el camino que nos lleva al Señor. Y hacerlo de tal manera sin ser percibido tal ocurre con la sal y la luz.

martes, 10 de mayo de 2022

DAR TODA NUESTRA SAL Y LUZ GRATUITAMENTE


Somos seres en relación. Nacemos en una familia, es inevitable y natural, aunque ahora hay quienes quieren que nazcamos en un laboratorio y en futuras granjas de embriones. El ser humano es un ser que necesita relacionarse y, sobre todo, amar. Sin amor deja de ser humano. Es la característica que define su libertad, amar sin condiciones y gratuitamente. Y, cuando actúa así experimenta gozo y felicidad. Precisamente, lo que busca y desea. Por eso, la familia es fundamental. Es la escuela del amor gratuito, dado sin recompensas ni exigencias.

Y así tenemos que manifestarnos a los demás. Simplemente, ser lo que realmente somos. Seres creados por Amor y para amar a imagen y semejanza de Quien nos ha creado. Por tanto, sal y luz; luz y sal. Nuestro obrar y actuar tiene que estar impregnado de esa luz que ilumina y esa sal que da sabor y gusto por amar. Y, somos sal y luz, cuando actuamos en esas coordenadas de amar con el sabor de dar gratuitamente toda nuestra sal y luz recibida.

Es lo que, precisamente, nos dice Jesús hoy en el Evangelio. Nos conoce mejor que nadie y no nos pedirá algo que nosotros no podamos dar. Sabe de la capacidad que todos tenemos de sal y luz, y de todo lo que podemos dar. Pues eso, se trata simplemente de que esa sal, que nos ha sido dada, no se corrompa, se quede desperdiciada y no dé ese sabor que nos da gozo y felicidad. Y, de igual manera, la luz que ilumina nuestra vida para derramarse en luz que alumbra el camino a los demás.

martes, 26 de abril de 2022

SAL Y LUZ

Pin en sal y luz del mundo
Mt 5,13-16

Cuando has descubierto algo que experimentas te llena de gozo y felicidad, tal es el caso de hoy, al poder recuperar lo de los blogs, si bien es con otro navegador – Firefox -, te llenas de gozo y alegría, y, ¡claro!, deseas compartirlo. De la misma manera, cuando descubres que Jesús es lo más grande, el Tesoro del que habla la parábola del Tesoro – valga la redundancia – escondido, quieres compartirlo. Quieres llevarlo a tus seres queridos, tu familia, amigos, y…etc. Sabes que, quien lo descubra, va a ser feliz.

Jesús, que ha venido a Anunciarnos eso, la Buena Noticia que nos da la felicidad y la Vida Eterna, nos lo manda a proclamar. Sabe que, de descubrirlo y dejarte llenar de Espíritu Santo – recibido en tu bautismo – tu corazón deseará dar a conocer esa Buena Noticia de salvación. Y es eso lo que intentamos proclamar y anunciar, claro, partiendo de nuestra vida y obras, que, aunque reconocemos nuestra pobreza, errores, fallos y pecados, tratamos de avanzar, de crecer y de, por la Gracia y Misericordia de Dios, ser cada día un poco más paciente, más misericordioso y amable. Porque, de ahí, nacerá y se sostendrá nuestra fidelidad y, por supuesto, nuestro amor.

martes, 8 de junio de 2021

SAL Y LUZ

 

Sabemos y conocemos el efecto de la sal. Sin sal la comida no sabe y lo notamos enseguida. La sal da sabor y gusto a los alimentos. Y, algo parecido en cuanto al efecto se produce también con la luz. Sin luz nos quedamos en la oscuridad y nuestros ojos quedan sin poder ver. Necesitamos la luz para saber por dónde caminamos y poder orientarnos.

Jesús aprovecha en el Evangelio de hoy ponernos esos ejemplos de la sal y la luz y de sus efectos en nuestras vidas para mostrarnos que también nosotros en nuestro sentir y obrar somos sal y luz para los demás. Y si nuestra sal y luz no se aplican como debe ser, nuestras vidas quedan sin sabor y a oscuras para los demás. No se trata de publicitar lo que hace nuestra mano derecha o izquierda - Mt 6, 3 - sino de, desde la humildad y sencillez, dar testimonio de la Palabra con tus obras.

De esta manera al obrar humildemente, con moderación y sin buscar que te vean o lucirte, tu bien actuar, discreto y en verdad, será sal y luz para los que experimenten tu cercanía, tu atención, tu escucha, tu buena y correcta intención y tu buena intención samaritana de ayudar sin más pretensiones ni condiciones. Así, tu ser y obrar se convertirá en sal y luz para aquellos que te vean y experimenten tu amor.

Esto debe ayudarnos y servirnos para reflexionar y preguntarnos si mi vida da verdadero sabor evangélico y alumbra el camino de todos aquellos con los que me cruzo en mi camino hacia la Casa del Padre. O, por el contrario, sucede lo contrario. Desalamos la vida y la llenamos de sombras. Nunca, por difícil que nos parezcas y por débiles que nos sintamos, perdamos la paciencia. El Señor sabe de nuestras debilidades y dificultades y solo necesita que, confiados, nos pongamos en sus Manos. El Espíritu Santo nos guiará, nos asistirá y dará fuerza para dar sabor y luz al mundo.

lunes, 26 de abril de 2021

¿SOMOS SAL Y LUZ EN EL CAMINO DE NUESTRAS VIDAS?

 

De vez en cuando conviene echar la vista atrás, no para lamentarnos ni para tener remordimientos de  conciencia, sino para sacar conclusiones y corregir los avatares y errores del camino presente y, quizás, futuro. El ayer nos sirve solamente para construir el futuro, y en ese sentido, analizar y reflexionar sobre nuestra vida, tanto pasada como futura, nos vendrá y servirá para mejorar el presente.

Lo verdaderamente importante es responder a esa pregunta que, saliendo de lo más profundo de nuestros corazones, debe interpelarnos y movernos a reflexionar. ¿Soy sal y luz con el ser y obrar de cada día en mi vida? O, dicho de otra forma, ¿es mi vida sal y luz para los que me rodean en mis ambientes de cada día? Porque, de no serlo, mi vida se empobrece, se individualiza y se aísla quedando reducida a un egoísmo que produce el efecto contrario al buscado.

La felicidad, que todos buscamos, no está en tener ni hacer. Ni siquiera poseer y tener poder y satisfacciones que te apetezcan te dan la felicidad verdadera. La experiencia nos lo presenta y nos lo descubre claramente. Empiezas a ser más feliz en la media que empiezas a darte en servicio y verdad a los que tienes al lado. ¿Y sabes por qué?, porque, eso es precisamente amar. El amor no está en los sentimientos, sino en la voluntad. Cuando tú quieres, por encima de lo que sientas, empiezas a amar, porque amar es un compromiso no un sentimiento.

Y en esa medida empezarás a ser sal y luz para los demás y los que te ven verán también que tus obras y tu vida está dando Gloria a Dios. Porque, solo darás luz y serás sal  que das gusto y esperanza a la vida injertado en la Luz del Mundo. Y esa Luz es Jesús, que ha venido a alumbrarnos con su Amor y Misericordia para darnos esa luz y sal que necesitamos para manifestarlo al mundo.

martes, 9 de junio de 2020

SAL Y LUZ

MATEO 5, 13-16 | Evangelio san mateo
Sabemos lo que significa sal y luz, y sabemos también los efectos que ambas producen. Cuando probamos algún plato que no lleva sal notamos rápidamente que su sabor no es el apetecido. Advertimos enseguida la ausencia de sal para darle gusto a ese plato. Lo mismo ocurre con la luz. Su ausencia nos deja a oscura y nuestra vida queda cegada por esa oscuridad. Dar luz significa volver a ver los colores y todo lo que nos rodea. Sí, realmente sabemos lo que significa ser sal y luz.

Pero, no basta con solo saberlo, sino que hay que serlo. Para dar sabor y luz hay primero que tener ese gusto y esa energía para alumbrar. Si no llevo el gusto de Dios y la vivencia de su amor dentro de mí, no podré contagiarlo ni dar sabor a las cosas con las que me mezclo y comparto. Sólo llevando a Dios y, por supuesto, su amor, podré darlo y transmitirlo a los otros. De la misma manera, si soy capaz de dejarme alumbrar y vivir en esa luz que me viene del Espíritu Santo, podré pasarla y darla alumbrando al entorno de los que me rodean.

Ser sal y luz significa ser testigo del amor de Dios. Y, ello no consiste en decirlo ni comunicarlo de palabra, sino de vivirlo en y con mi vida, dándolo a conocer con mi misma vida. Una vida que se mueve entre sombras y luces; entre alegrías y tristezas; entre dolores y sufrimientos. Pero, a pesar de ello, una vida que se llena de esperanzas y fe en Aquel que da sentido a todo nuestro camino y que fortalece nuestro vivir llenándolo de esperanza y de verdadera fe dejando huellas en nuestras actitudes y modo de vivir.

Y son esas actitudes, que configuran nuestra manera de obrar, las que irán dejando testimonio de nuestra palabra y transmisión de la Buena Noticia. Esa Buena Noticia que sólo llenaremos de buen gusto y de luz siendo realmente sal y luz como Dios manda.

domingo, 9 de febrero de 2020

SAL Y LUZ


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Mt 5,13-16
Cuando probamos una comida notamos si está bien condimentada y, sobre todo, si está bien de sabor. Entonces, dependiendo de que su gusto esté bien diremos, tiene buen sabor o no lo tiene. Está bien salada o desalada. O mucho o poco. Es decir, emitimos nuestros gustos según nuestro paladar. Pero, a todas esta, la sal no se ve, sino se paladea y se gusta. Lo mismo ocurre con nuestra manera de vivir. No nos damos cuenta, pero notamos que esa persona es buena y sus obras también, y de esa manera está salando y dándole gusto a nuestra vida. Todo lo que está a su derredor queda bien salado y con buen gusto.

Así debemos actuar desde la Palabra de Dios. Salamos el mundo si vamos dando testimonio, sin pretenderlo ni anunciarlo, sino viviéndolo en cada instante de nuestra vida. No se ve lo que hacemos a grandes rasgos, pero se nota. Porque, las cosas sencillas no son percibidas por la mayoría, pero sí, la mayoría nota los efectos y lo bien que se está al lado de las buenas y sencillas obras. Los detalles de lo bueno despiertan nuestros sentimientos y deseos de permanecer junto a ellos.

Así, mezclando nuestros esfuerzos y colaborando de forma unida y solidaria damos sabor al mundo sin notarse dónde está esa sal bienintencionada que da gusto y sabor. Y tras las obras damos luz a todos aquellos que la ven y al mundo que nos contempla. La Iglesia da luz con todas sus obras buenas y esa luz en la que todos colaboran pasa desapercibida entre muchos que la aportan. De la misma manera sucede también, tal y como hemos dicho, con la sal. No se ve, pero se nota su sabor escondido entre todos los que colaboran y aportan su grano de sal.

Lo verdaderamente importante no es que con tus obras alumbras y das buen sabor y gozo, sino que el Reino de Dios quede alumbrado y bien salado por encima de todas nuestras aportaciones, esfuerzos y colaboraciones. Es el Reino lo que importa que quede alumbrado y bien salado para que todos experimentemos el deseo de permanecer en él.

martes, 11 de junio de 2019

SAL Y LUZ

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El mundo tiene muchos problemas que parecen prolongarse en la vida sin posible solución. Hay muchos enfrentamientos entre unos y otros. Las familias son espacios de discordias y luchas por el poder de unos sobre otros, de las herencias a repartir, de las cualidades de unos y las de otros. Y así también los pueblos, pues son las familias las que forman los pueblos. Por lo tanto, si en las familias nace el foco de la pelea, en los pueblos habrá pelea.

La paz brilla por su ausencia, aunque aparentemente esté presente, porque donde tiene y debe habitar la paz es en el corazón del hombre. Y mientras no more ahí el conflicto está siempre en el límite de estallar y dar paso a la lucha y enfrentamiento. Hace falta luz para alumbrar el camino y hacer reflexionar sobre lo que nos sucede y nos hace romper la paz. No cabe duda que el plan de Dios es el ideal para establecer la paz. Un plan que se apoya en la misericordia y el perdón. Un plan que nos habla de compartir, de preocuparnos los unos por los otros, de no desear más que lo suficiente y necesario. Un plan de dominar nuestros egoísmos y de moderar nuestras ansias de ser más que otros y de satisfacer nuestras apetencias y caprichos aunque tengamos que pasar por encima de los demás.

Y ese plan que Dios nos propone, revelado por Jesús, su Hijo, tendremos que anunciarlo nosotros con nuestra vida y nuestras obras. Esas vidas y obras serán la sal y la luz que necesita el mundo ver y experimentar para que puedan establecer la paz y contagiarla con el sabor que da el buen gusto de hacer las cosas bien y gozar de esa dicha y armonía en convivencia pacífica. Es el resumen de ese ver como las comunidades impregnadas por la presencia de Dios y la acción del Espíritu Santo conviven y se aman.

Y todos comprendemos que esa es la solución a todos los problemas que la convivencia humana nos plantea, pero no terminamos de creérnoslo ni resistirnos a nuestros egoísmos y satisfacciones. Buscamos el placer inmediato que pronto nos deja vacío y volvemos a la misma situación. Nuestra luz es perecedera e inconstante y nuestra sal se pudre porque no llega a dar ese sabor gustoso. Es cuestión de plantearnos si realmente podemos ser sal y luz como el Señor nos propone. ¿Acaso el Señor si nos lo ha dicho y propuesto, no sabe que, contando con Él, podemos?

jueves, 26 de abril de 2018

SAL Y LUZ

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Mateo 5, 13-16
Muchas veces hemos oído este Evangelio, y muchas veces seguiremos oyéndolo, porque necesitamos recordar en todo momento de nuestra vida que somos sal y luz que sala y alumbra el mundo. Porque, si no salamos ni damos luz, ¿qué pasará? Posiblemente, la sal se volverá sosa y quedará inhabilitada para salar el mundo.

Un mundo que necesita sabor; un mundo que necesita alegría; un mundo que necesita gusto por la verdad, la justicia y la fraternidad. Un mundo donde esa sal conserva y aviva el amor y la paz. Una sal evangélica que proclama la verdad y la justicia del verdadero amor. Una sal que nos da sabor para escuchar y vivir en la Palabra de Dios. Una sal de la que hemos sido revestido en nuestro bautismo y de la que debemos hacer uso para salar el mundo de los criterios de la Palabra de Dios.

Pero, no sólo basta con salar. También tenemos que dar luz. Una luz que alumbre el camino y que enseñe a los hombres a ver la Verdad, el Camino y la Vida. Una luz que de testimonio de la Palabra de Dios con sus obras y testimonio. Una luz que, su luz, valga la redundancia, se desprenda de su mismo y propio actuar que le viene de la única y verdadera Luz que es el Señor, el Hijo de Dios hecho Hombre que nos señala el Camino, la Verdad y la Vida.

Ser cristiano católico consiste en revestirse de esa sal que contagia la fe en Jesús, y de esa luz que nos ilumina el camino que recorremos con Él a lo largo de la etapa de nuestra vida en este mundo, por el que peregrinamos hacia el que Jesús nos ha prometido y nos ha ido a preparárnoslo, para llevarnos cuando regrese en su segunda venida.

Seamos consciente de nuestro compromiso bautismal y pidamos con confianza y perseverancia la capacidad necesaria para ser sal y luz en el camino de nuestra vida.

martes, 13 de junio de 2017

¿TU VIDA DA SENTIDO Y SABOR A LA VIDA?

(Mt 5,13-16)
Hay una pregunta imperiosa que inevitablemente tenemos que responder. Podemos esquivarla y pasar de ella de forma indiferente, pero aparecerá irremediablemente en cualquier momento de nuestra vida, porque está dentro de nosotros grabada a fuego. Eso sí, puede ocurrir que cuando aparezca sea tarde, o no tengamos fuerza ni tiempo para la reflexión y la respuesta.

Y la pregunta es: ¿Vamos a morir o hemos sido creados para vivir? ¿A ese respecto, ¿qué piensas tú? ¿No crees que es una enorme canallada estar en este mundo para morir? Quien nos creó no podrá querernos, porque nos ha destinado a la muerte. ¿Piensas tú así?

Quizás sea porque no conoces a Jesús, o porque no conoces a algún seguidor de Jesús. Porque Jesús nos vino a revelar que hemos sido creados por su Padre y nos quiere tanto que le ha enviado a Él para, entregado voluntariamente por amor, rescate nuestras vidas de la muerte y nos dé la Vida Eterna para la que estamos llamados. Y su Palabra está escrita en los Evangelios. En el de san Mateo, capítulos 5,6 y 7 está contenido la sustancia de todo su mensaje. Y hay más testimonios de otros evangelistas. 

Lo único que tienes que hacer es pararte y escuchar su Palabra, contenida en los Evangelios. Y buscar quien te la pueda explicar compartiéndola contigo. Explicarla injertado en el Espíritu Santo, que es quien nos guía, nos la explica y nos la va revelando y dando a entender Por eso, y ese es el sentido, el Evangelio de hoy, por ejemplo, nos habla de ser luz y sal para dar sentido y gusto a la vida. Porque no hemos sido creados para morir, sino para vivir eternamente.

Para eso vino Jesús y entregó su vida. Él ha muerto y ha Resucitado para que también nosotros muramos y resucitemos. Eso pasa por crucificar también nuestras vidas en el amor. Un amor que nos mueve y exige a compartir, a partirnos y a darnos a los demás. Y eso, experimentamos, que nos es, no ya difícil, sino imposible. Y es por lo que necesitamos al Espíritu Santo, para en Él superar y vencernos y dándonos a los demás alcanzar la felicidad y la Vida Eterna.

miércoles, 26 de abril de 2017

SAL Y LUZ

Mt 5, 13-16
Es posible que muchos de nosotros no seamos sal, es decir, no tengamos esa característica de transmitir aquello que creemos, ni tampoco dar ese olor que contagia y atrae. Es posible que pasemos por nuestra vida de forma insípida e irrelevante.Y no se trata de alcanzar notoriedad, ni tampoco de destacar, sino de ser lo que estás realmente llamado a ser, hijo de Dios.

Muchos, a la hora de referirnos a Dios nos confesamos creyentes, pero no practicantes. Decimos que creemos en Dios, pero nuestra vida la configuramos y la vivimos según nosotros. Luego, ¿qué Dios tenemos dentro de nosotros? Nos contradecimos y auto engañamos. Porque las prácticas obedecen a un compromiso con ese Dios. No las prácticas que tú quieras, sino las que Él te manda. Por lo tanto, para creer, primero hay que conocer.

La fe y las prácticas no son lo mismo, pues hay quienes practicamos, pero lo hacemos como rutina y sin coherencia, pues nuestra vida, luego, va por otro camino. Sólo cuando la fe y la vida van de la mano, las prácticas son consecuente con esa fe, y eso se nota. Es entonces cuando tu sal empieza a salar tu propio mundo por donde te mueves y llegas. El gusto y el sabor se esconde detrás de tus obras, que dependerán de tu fe.

Una fe que se apoya en la acción del Espíritu Santo, porque si vas de tu mano, caerás y perderás el norte de tu vida. Sólo en las Manos del Espíritu podrás encontrar el Camino, la Verdad y la Vida. Y en esa lucha y esfuerzo, tu vida se hace también luz, pues tus pasos y tus actos van dando testimonio y alumbrando el camino que lleva al Dios en el que crees. Tu fe enciende tu vida y la hace testimonio para que otros puedan ver también el camino del amor.

No es cuestión de salar y alumbrar, sino de vivir en el esfuerzo de dar sabor a todo aquello que nos rodea en la esperanza de imitar a Xto. Jesús, y de que, ese nuestro esfuerzo, con nuestras pequeñas y humildes obras sean luz y testimonio para que otros, viéndolas, se muevan a hacer lo mismo.

domingo, 5 de febrero de 2017

SAL Y LUZ

(Mt 5,13-16)
No cabe ninguna duda que tú eres ejemplo cuando haces las cosas bien. Los nombres de las calles, las placas conmemorando un homenaje, las esculturas de ciertos personajes hablan de que esas personas fueron ejemplo de bien hacer. Y eso significa que esas personas fueron sal y luz. 

Porque ser sal significa que damos sabor y gusto a todo aquello que nos rodea; que contagiamos de buen sabor y de vida a todo aquello que está en nuestro ambiente y se mete en nuestra vida. Porque ser sal es alegrar la vida y contagiarla de ese perfume que la hace hermosa y apetecible. Porque ser sal es irradiar lo que tú eres, o lo que es lo mismo, criatura de Dios y llamado a la Vida Eterna. Y eso que eres lo transmites y lo dejas ver cuando te comportas en la vida como lo que eres, es decir, salando todo aquello que tocas con el aroma del amor de Dios.

Pero también, al mismo tiempo que das sabor a esa llama de amor que llevas sellada en tu corazón, iluminas con ese fuego la vida de los demás. Irradias buen testimonio, das buen ejemplo y desprende aromas de amor que canta el reflejo del Amor de Dios. Eres también luz, y como tal no te puedes esconder en la oscuridad y ser opaco. Has sido creado para amar y ser reflejo de Dios, y lo haces cuando, además de ser sal eres también luz. Es decir, dar sabor y alumbras la vida y el camino que nos lleva a la felicidad.

Y ese camino es el que conduce al Señor. Posiblemente, no aparezcas, o no te notes, pero tu sabor y perfume se huelen y se buscan. La gente se queda en los buenos ambientes. En aquellos ambientes donde se respira buen olor y se huele buen perfume. 

La gente busca el espacio de paz y amor, donde la convivencia esté presidida por la verdad y la justicia. Y eso tiene que salir de ti, porque Dios ha puesto en tu corazón esa sal y esa luz para que contagies al mundo.

martes, 7 de junio de 2016

SAL Y LUZ

(Mt 5,13-16)


Sin lugar a duda que si imitáramos a la sal, el mundo, nuestro mundo iría mejor. La sal mantiene la comida con gusto y la hace apetecida. De igual forma, el cristiano debe ser ese punto de gusto, de gozo y alegría por vivir la vida. 

Pero no confundamos la alegría y la paz con la diversión y la juerga. Hablamos de la alegría de sabernos esperanzados y, a pesar de nuestros dolores, sufrimientos y problemas, vivir confiados en que todo cambiará. Cambiará porque Jesús, el Hijo de Dios Vivo, nos lo ha prometido, se ha cumplido su Palabra y volverá algún día, porque ha Resucitado, a llevarnos con Él a la Vida Eterna.

Por eso, debemos ser como la sal y desprender sus buenos efectos. Pero, también debemos ser luz, la luz que nos salva de la oscuridad y nos alumbra el espacio, el lugar y el camino. ¡Cuánto la echamos de menos en lugares oscuro donde no tenemos nada a mano para alumbrarnos! La luz descubre la mentira y de forma transparente nos enseña la verdad. Quienes buscan la luz no esconden nada, porque en la luz no hay posibilidad de esconderse.

Por eso, las buenas intenciones son hijas de la luz, y, al contrario, las malas, están engendradas en el vicio, la oscuridad y la mentira. Y los creyentes en Jesús necesitamos ser sal y luz, para que nuestras vidas llenas de sabor y gusto por las cosas buenas y rectas, queden también alumbradas a la luz de todos y se puedan ver. No para lucimiento personal, sino como testimonio de de verdad y de ejemplo que nos mejora y nos hace la vida mejor.

Pidamos ser sal y luz que cumplan con sus propiedades. Sal que, conservada y mecida en las olas del mar esté siempre preparada para dar sabor a las sacudidas que el propio mundo nos da, y luz que como el sol, sea capaz de, pacientemente, aguardar las primeras horas del alba par destapar todo el aroma de la claridad del día y la hermosura de la verdad de la vida.

martes, 26 de abril de 2016

SÓLO CON EL RIEGO DEL AGUA DEL AMOR, PUEDES SALAR Y ALUMBRAR LA VIDA EN ESTE MUNDO

Mt 5, 13-16

Tu vida, y también la mía, están hecha para dar gusto y claridad a este mundo. Una vida necesita activar el gusto por vivir, y alumbrar el camino para darle sentido al esfuerzo de cada día por avanzar un paso más en el camino hacia la plena felicidad. Porque, ¿supongo que esas serán tus buenas intenciones? Otras no tendrían sentido ni valdría la pena caminar.

Caminas y avanzas porque quieres vivir bien, feliz y pleno de gozo. Y, a ser posible, siempre. ¿Has reparado donde se ofrece eso en este mundo? O, ¿quizás lo hayas oído, pero no lo crees? ¿No te interesaría mejor hacer el esfuerzo de creerlo y buscarlo? Porque vivir sin tener claro el objetivo, o qué ese objetivo sea pobre, sin esperanza y termine con la vida, ¿realmente vale la pena?

Si, en silencio, tratas de responderte tu mismo, tu conciencia, en la oscuridad de tu propia vida, buscará luz y demandará esperanza y vida eterna. Porque eso es lo que está escrito dentro de tu corazón y del mío. No hay otro camino. Por eso, Jesús nos dice claramente que Él es el Camino, la Verdad y la Vida.

Hoy te invita, a ti y a mí, a ser sal y luz en este mundo. Sal que contagie y de gusto a la actitud de darte, de hacerte servicio, camino, entrega y amor para los demás. Sal que, en la medida que la derrames sobre los demás, contagia de felicidad y de plenitud. Empiezas ya a gozar de ese lugar que el mismo Jesús te y nos está preparando. Y luz que se hace al vivir el esfuerzo de ser camino en el Camino; de ser verdad en la Verdad y vida en la Vida.

Porque todo nos viene del Señor, y, por su Gracia, tus palabras y tu vida se harán sal y luz para todos aquellos con los que compartas y te relaciones en tu vida. Pidamos esa Gracia de ser sal y luz para que, regadas por y con el agua del Amor que procede del Padre, salemos y alumbremos el camino que nos lleva a ponernos en relación con el Señor.

martes, 9 de junio de 2015

EL VIRUS DEL CONTAGIO

(Mt 5,13-16)


Se nos avisa y previene contra el contagio, porque de tratarse de un virus maligno podemos quedar infectados y amenazados de muerte. El contagio es peligroso, pero también puede ser beneficioso y necesario. Cuando es beneficioso conviene infectarse de ese virus que nos invade de bondad, de verdad, de justicia, de paz y de amor.

La Verdad que Jesús nos proclama, es la Verdad que el mundo quiere y desea. Es la Verdad que todo hombre busca, y la Justicia a la que todo hombre aspira. Y esa Verdad, Jesús nos la ha enseñado para que nosotros también la contagiemos y la demos. Por y para eso nos ha enviado la Luz del Espíritu Santo. Tenemos el compromiso de transmitirla y llenar el mundo del perfume de esa Verdad.

Advertimos enseguida cuando una comida está sosa. Nos damos cuenta que no se le ha puesto sal, y se le ha echado poca. Gustarla demanda rociarla con la sal que necesita. Ni más, pero tampoco menos, porque en un caso quedaría desalada, y en otro demasiado. El buen gusto necesita la medida suficiente. Y en ese sentido, nos vale el ejemplo, Jesús nos compara con la sal de la tierra. Debemos trabajar y esforzarnos para tener el mismo efecto que la sal, y salar de Evangelio todos los rincones por donde pasamos y vivimos.

De la misma forma, Jesús nos habla de la luz. Si la luz de nuestra vida no emerge y se queda debajo de la mesa, sus posibilidades de alumbrar serán pocas. Necesita ponerse encima de la mesa y en el lugar más apropiado para que su reflejo ilumine y llegue lo más lejos posible. La luz está para iluminar, y si no lo hace su misión y sentido queda inutilizado. Tenemos que ser también luz, luces con patas que iluminen todos los rincones por donde pasan.

De no ser sal ni luz, nuestra vida no transparenta ni refleja la vida y las enseñanzas de Jesús. Porque ser sal y luz no es sino vivir en la Palabra del Señor. Vivir, que exige oración y Eucaristía, pero sobre todo amor. Amor que se nota en las relaciones con los demás, en el trato, respeto, atención, verdad, justicia, generosidad, comprensión, humildad, servicio... 

Todas esas actitudes serán puñados de sales y luces que salarán e iluminarán la vida de todos aquellos que entren en tu vida. Bendice Señor todos los actos de mi vida, de tal forma que todos aquellos que se acerquen a mí noten tu presencia y no la mía.

martes, 10 de junio de 2014

SAL Y LUZ



Dos factores muy necesarios para recorrer el camino de nuestra vida. La sal le da gusto a nuestros alimentos y los hace más apetecible y sabrosos al paladar. La luz alumbra la vida y nos descubre los colores, el camino para evitar los obstáculos con los que podamos tropezar. Ambas, sal y luz, nos son muy necesarias.

Pero de la misma forma, los cristianos tienen que ser la sal del Evangelio. Esa sal que da entusiasmo y sabor a la Buena Noticia que nos habla de la salvación del hombre. Esa sal que nos mantiene despierto nuestro corazón por gustar y saborear el banquete de salvación que es comer el Cuerpo y beber la Sangre de nuestro Señor Jesús. Esa sal que se derrama y contagia de perseverancia a todo lo que toca y les impetra del olor de gozo y felicidad que es encontrar al Señor Jesús. 

No desprender ese perfume que transmite el aroma de amor de Jesús sería descubrir que la sal de mi Evangelio se ha corrompido y no da los frutos de sabor y conservación evangélico.

Caminar en la oscuridad es avanzar sin rumbo, sin sentido y directos al precipicio. La luz alumbra nuestros pasos y nos descubre el verdadero rostro de Jesús orientados por el gusto y el sabor del gozo que se siente al experimentar su Amor. 

Ese Amor que Él nos revela y nos enseña con su Vida y su Testimonio, y que nosotros, por la acción del Espíritu Santo, queremos transmitir a todos los que prueban nuestra sal y se alumbran en nuestra luz.


domingo, 9 de febrero de 2014

EN LO MÁS ALTO, SAL Y LUZ

(Mt 5,13-16)


Tres cosas, nos dice Jesús, debemos hacer: poner nuestra vida donde se pueda ver, es decir, en lo más alto; salar nuestro entorno y darle gusto, es decir, hacer la vida más justa, agradable y en paz a todos los que nos rodean y  encenderla para que alumbre, es decir, ser luz que ilumine y oriente por el buen camino, por el camino de salvación, es decir, seguir a Jesús, Verdad, Camino y Vida.

Es evidente que la oración y sobre todo el alimento Eucarístico se hacen necesarios para que nuestra vida se sale y pueda salar, y para que, también, seamos bombillas con patas que puedan moverse y alumbrar a las personas que tropiezan con nosotros en nuestra vida.

Ocurre que a veces nos gustamos tanto y nos confundimos creyendo que nuestra sal y luz son de cosecha y fuente propia y exultamos de gozo hasta darnos con la puerta en las narices al quedarnos sin luz y en la más completa oscuridad. Porque nuestra luz proviene del Señor que nos da la Vida de la Gracia, fuente eterna de Luz que nos salva.

Ilumina nuestra vida Señor y aliméntanos como antorchas luminosas para que seamos ejemplos de luz para los demás.