El
ayuno tiene sentido cuando en él perdemos algo que beneficia a otro. Es de
sentido común sacrificarnos, a costa de menoscabar nuestra seguridad o
bienestar, para ayudar y beneficiar a los que realmente lo necesitan. De modo
que, ayuna por ayunar no tendría sentido, y menos cuando celebramos y tenemos
al Novio con nosotros. Dios no quiere que lo pasemos mal ni que hagamos
sacrificios. Al contrario, quiere misericordia, comprensión y solidaridad con
aquel que necesita del que tiene para vivir con dignidad. Es entonces cuando el
ayuno cobra todo su sentido.
―Me
cuesta entender lo del ayuno ―comentó Pedro. No llego a entender el motivo por
el que hay que mortificarse ayunando y privándote del gozo de un placer.
―El
ayuno tiene sentido ―dijo Manuel― cuando está orientado a hacer algo en favor
de otro. Te mortificas, te privas de algo para fortalecer tu equilibrio y resistir
ante la tentación o conseguir una mejora para alguien necesitado. Ya sea alguna
privación, mortificación o sacrificio.
―Es
decir ―dijo Pedro― ayunar por ayunar no tiene sentido.
―Evidentemente
―respondió Manuel. El ayuno siempre debe ir orientado a un fin que ayude y
mejore a otro. Incluso a ti mismo. No tiene sentido hacerlo cuando no hay
necesidad o está el Novio presente, refiriéndose Jesús a Él. Son momento de alegría
y gozo y, por supuesto, no cabe el ayuno.
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