Tienes dos elecciones. Dos
elecciones porque no hay más, la vida o la muerte. La vida, representa ese gozo
eterno junto a Dios. Compartir su Gloria con Él. La muerte, es la condenación
eterna en agonía, sufrimiento y angustia. Eso supone y clarifica que la
resurrección es un hecho para todos. Todos resucitaremos, pero, muchos para la
Vida y muchos para la muerte. El Evangelio de hoy lo deja muy claro. En él, se
resume todo nuestro recorrido por este mundo – espacio de salvación – por el
cual tenemos la oportunidad de ganar, por la Gracia y la Misericordia de Dios,
esa Vida Eterna en gozo y plenitud.
Es evidente que todos buscamos la
felicidad, pero la experiencia nos dice que, en este mundo, no parece que se encuentra.
La gente, ricos y pobres, pasan la mayor parte de la vida luchando y en
conflicto, cuando no sufriendo. Guerras, envidas, enfrentamientos, ambiciones,
soberbias, poder, fama… no hacen sufrir. Experimentamos que el recorrido de
este mundo no nos lleva a ninguna parte. No tiene sentido nacer para, luego,
morir. Dentro de nosotros hay un deseo, una chispa de eternidad que queremos
alcanzar. Por tanto, Alguien ha puesto ese deseo de eternidad en nuestra alma y
corazón. Queremos vivir eternamente. Ese Alguien, por supuesto, es Dios. Ha
enviado a su Hijo para anunciárnoslo. Está claro que no ha sido el mundo, pues,
¿no es el mundo caduco y finito? Luego, no podría ser el mundo.
Esa chispa de Eternidad la ha
puesto Dios. Un Dios Bueno y Misericordioso que nos ha creado para compartir
con Él su Gloria eternamente. Y ha enviado a su Hijo, nuestro Señor Jesús, para
que nos lo anuncie. El Evangelio de hoy – Mt 25, 31-46 – nos lo explica y
anuncia claramente. Su Palabra al final es muy reveladora cuando se refiere a
los que no han hecho su voluntad: …Y estos irán al castigo eterno, y los justos
a la Vida Eterna. El único sentido de nuestra vida es conseguir esa Vida Eterna
en plenitud de gozo y alegría. Será el verdadero descanso eterno. Por tanto, de
nada nos valdrá todo lo que consigamos en este mundo.
La Eternidad es por tanto una realidad. Y es, precisamente, lo que sentimos y queremos. Ahora, mientras dure nuestra vida en este mundo tenemos la oportunidad de trabajar en ese sentido, para que al final, cuando se acabe, estemos entre los justos. La pregunta, pues, que nos hacemos es: ¿Dónde queremos estar nosotros? Jesús te muestra y señala el camino. Precisamente, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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