Has sido creado no para luego morir sino para vivir eternamente. Esa es la apuesta por la Vida para la que Dios te ha pensado e invitado. Una Vida Plena y Eterna junto al Padre. Ahora, para ello tendrás que aceptar, no sólo la invitación al Banquete sino también llevar el traje apropiado. Es decir, el plan de Dios que te ha propuesto en su Hijo Jesucristo. Un plan, no sólo proclamado por Él con su Palabra, sino vivido y testimoniado con su Vida entregada a una muerte de cruz.
Jesús, el Hijo encarnado en Naturaleza humana, es el Camino, la Verdad y la Vida, y, Él en los tres años de su Vida pública compartida entre nosotros, nos ha dejado claramente señalado el camino que su Padre Dios nos ha propuesto, no sólo para aceptarlo, sino también para salvarnos para toda la Eternidad. Ese camino es estrecho, nos lo dice claramente, y muy difícil y nos exigirá sacrificio y lucha cada instante de nuestra vida. Seguirle exigirá renuncia, dolor y esfuerzo constante y cargar con nuestra propia cruz.
No se trata de sufrir sino de aceptar el dolor como prueba y demostración de nuestro amor y fe. El camino y recorrido de nuestra vida es la oportunidad para, no sólo afirmar nuestra fe, sino para demostrarla doblegando, por la libertad que se nos ha dado, nuestras posiciones y pecados entregándonos a la Voluntad de nuestro Padre Dios y, por su Gracia, viviendo según y en su Palabra.
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