Jn 20,1-9 |
Escribo estas humildes palabras viendo, de forma
casual, pues no lo tenía previsto, las últimas escenas de la Pasión, película
de Mel Gibson. Me impresiona y estremezco pensando como pudo ser ese
sufrimiento y ensañamiento con el cuerpo de Jesús. Sin embargo, ahora, recibido
el Anuncio y la Buena Noticia, por eso me considero un privilegiado, me llena
de gozo, paz y alegría el saber y comprobar – la historia y el testimonio de
los apóstoles no deja duda – la muerte de nuestro Señor que, por el Padre y
para su Gloria, Resucitó a su Hijo.
La Pasión y muerte del Señor, de mi Señor, me da la vida y fortaleza de añadir, mi pobreza e insignificante pasión, a la de Jesús. Es claro que, Él, es la única y verdadera esperanza de nuestra vida. Vivir es creer – tener fe – en Jesús y seguirle hasta nuestras últimas consecuencias. Él es la Vida con Mayúscula, nuestro gozo y alegría eterna. Hoy, domingo de Resurrección, es el día más grande. No por ser domingo, sino porque fue el día que Jesús venció a la muerte. Y, nosotros, en Él, también la venceremos gracias al Infinito Amor Misericordioso del Padre. ¡Jesús ha Resucitado!
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