Hoy seguimos con la misma cantinela: No entendemos, o no queremos entender a Jesús. Los connacionales de su tiempo le conocían, sabían, o mejor, creían saber de sus orígenes y no entendía como les hablaba de ese pan bajado del cielo. Hoy sigue todo igual o peor. La gente no entiende ni nunca podrá entender. Dios es inaccesible e ininteligible y sólo nos queda creer en Él. La fe es necesaria, pero hay que pedirla, pues es un don de Dios.
Ahora, el
fundamento de nuestra fe es la Resurrección. Al menos a mí me basta saber que
Jesús, encarnado en naturaleza humana, pasó por este mundo y nos anunció que su
Padre nos ama con Infinita Misericordia y nos invita a su Reino para vivir
junto a Él eternamente. Murió crucificado en la Cruz en tiempos de Poncio
Pilato, y al tercer día Resucitó. Y hoy, a pesar de la incredulidad de muchos,
vive entre nosotros.
Él es ese Pan del
Cielo del que hoy nos habla el Evangelio. Ese Pan Eucarístico que nos alimenta
espiritualmente y nos da Vida Eterna. En Él ponemos toda nuestras esperanzas y
de Él recibimos el alimento que nos sostiene, nos vitaliza y nos fortalece para
alcanzar Vida Eterna.
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