Mt 5,33-37 |
Tu palabra es tu palabra y no tiene ningún sentido poner a Dios por testigo para que, tu palabra, sea creída. Dios no puede ser testigo de nadie y cada cual tiene que ser creído por su honradez, su testimonio de vida y su verdad. De modo que basta su palabra. Es el caso cuando decimos, esto me lo ha dicho fulano de tal y su palabra tiene toda la confianza y seguridad de ser creída.
No tiene ningún sentido que para que tu palabra sea bien considerada y valorada tengas que jurar poniendo a Dios por testigo. Dios no es ni puede ser testigo de nadie, sobre todo de aquellos que son capaces de mentir y engañar y que pretenden valerse de Dios y ponerlo para encubrirse. Vemos con toda claridad lo disparatado y grave que es jurar poniendo a Dios por testigo. Por eso, el perjuro se castiga gravemente y más cuando se pone a Dios como garante de esa mentira tratando de instrumentalizarlo en provecho propio.
Se impone la honradez, la sinceridad y la credibilidad de tu propia palabra. Cuando llevas una vida apoyada y fundamentada en la verdad, tu palabra es creída y tomada con garantía de verdad. Y eso es lo que debes guardar y llevar sellado desde lo más profundo de tu corazón. La verdad por encima de todo y siempre, eso sí, abierto a la Luz que nos viene del Espíritu de Dios que nos alumbra y fortalece para que siempre digamos la verdad y vivamos en la verdad por encima de todo interés personal.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.