La encarnación tiene una misión específica. Dios se hace hombre para, viviendo entre nosotros, enseñarnos el Camino de salvación. Nos anuncia el Amor Infinito de su Padre Dios y nos habla de su Infinita Misericordia. Conoce nuestras debilidades y pecados, pero, su Misericordia supera todas esas barreras y miserias. Encarnado en naturaleza humana, sin perder la Divina, Jesús, el Hijo del Hombre, nos señala el Camino, la Verdad y la Vida en su Persona. Él es nuestra relación y salvación con el Amor de nuestro Padre Dios.
A pesar de ir contra corriente en un mundo seductor y tentador, Jesús se pone al frente del hombre para guiarle por el camino correcto y salvífico. A pesar de que caminamos amenazados por el peligro tentador y seductor del demonio, Jesús, que es más fuerte, nos libera y nos salva de las garras del Maligno. Pero, al crearte libre necesita de tu aceptación, de tu colaboración, de tu fe. Eres libre y tendrás que decidir.
Importa ver nuestra situación y reflexionar dónde nos encontramos en este momento. Olvidarnos del pasado y no mirar al futuro nos centrará en el hoy, en este momento presente. El Señor está con nosotros, ha venido precisamente a eso. Quizás, no advirtamos la esclavitud a la que estamos sometidos. Incluso, igual nos consideramos libres, pero, ¿realmente lo somos? Experimentamos que estamos sometidos al pecado y que, ciegos por las seducciones y engaños del Maligno, no nos damos cuenta. El espejismo de la falsa felicidad nos deslumbra y nos somete. ¿Dónde realmente estamos? Esa es la pregunta y también la respuesta de la venida de Jesús.
El demonio no descansa y está constantemente tentándonos. Puede más que nosotros y nos engaña y seduce con facilidad. También dentro de nuestro corazón se introduce el pecado, contaminándonos y sometiéndonos a la voluntad del demonio. Es nuestro mayor enemigo. Necesitamos acudir al Señor Sacramentado – Sacramentos - para, alimentados y fortalecidos en ellos, sostenernos firmes en la fe y la esperanza. En ellos encontramos la Gracia para mantenernos erguidos, firmes y apoyado en el Amor y la Misericordia de nuestro Padre Dios. Y, en Él, encontramos la sabiduría y la fortaleza para dar a conocer a otros la experiencia de nuestra liberación. Es el mandato que recibimos a la hora de nuestro bautismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.