Lc 4,21-30 |
La vida es un camino. Un camino que empieza – ya dentro del vientre de nuestra madre – en el mismo momento que el óvulo es penetrado por el espermatozoide y que, no se parará hasta el último suspiro de aliento con el que abandona este mundo. Durante todo este periodo el camino es ascendente, al menos físicamente, hasta llegar a la madurez física. Y, también, debe ser un camino ascendente en madurez intelectual y espiritual. Mientras se desarrolla, crece y gana madurez física, intelectual y espiritual, el ser humano busca ser feliz.
Ahora, ¿qué camino es el adecuado, el verdadero? Es evidente que necesitamos luz, orientación y auxilio para poder descubrirlo, porque, el que nos va brindando el mundo no es el verdadero. Lo sabemos porque los que nos preceden nos lo atestiguan y no los testimonian. El mundo es un espejismo de felicidad que termina en el abismo vacío y sin sentido. Sin embargo, su poder de seducción es grande, nos miente, nos engaña y hasta nos seduce. De tal manera que, se nos hace demasiado tarde el darnos cuenta de la trampa. La fuerza del pecado nos puede y de no darnos cuenta quedamos atrapados en sus redes.
Precisamente, hoy, en el Evangelio de Lucas, Jesús nos dice: «Esta Escritura, que acabáis de oír, se ha cumplido hoy». ». Y todos daban testimonio de Él y estaban admirados de las palabras llenas de gracia que… Sin embargo, todo se vuelve oscuro cuando se pregunta: « ¿No es éste el hijo de José?» El conocimiento de haberlo visto crecer entre ellos, conocer su familia y ser uno más de ellos les hacen sospechar de su Palabra y Mesianidad. No ocurre también hoy a nosotros. Despreciamos a lo que tenemos cerca y conocemos. Se cumple eso de que nadie es profeta en su propia tierra. Nos ensoberbecemos y exigimos pruebas que satisfagan y convenzan nuestra razón. Y, como si de un círculo se tratara, queremos que nos demuestre su poder y sus milagros.
Y el eco de la Palabra de Jesús tiene respuesta y acogida en aquellos extranjeros que, no siendo del pueblo elegido, abre su corazón a la Palabra de Dios. La viuda de Sarepta y el sirio Naamán. Y, encima, nos enfurecemos y pedimos explicaciones o amenazamos con quitarlo del medio. La historia se repite también en nuestro tiempo. Lo profetizó el anciano Simeón – Lc 2, 34 – cuando la presentación de Jesús en el templo: «Simeón los bendijo, y dijo a su madre María: He aquí, este Niño ha sido puesto para la caída y el levantamiento de muchos en Israel, y para ser señal de contradicción» Y tal como se dijo, se cumple.Lo que realmente buscamos - la felicidad eterna - está en encontrarnos con Jesús, porque, Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
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