Tu presencia está siempre, Señor, llena de paz. La paz está y viene siempre contigo, Señor, y, dónde Tú estás, está siempre la paz. Tú, Señor, eres paz, y la paz nos es dada contigo. Es tu característica principal, la paz. Al estar a tu lado nos llenamos de paz y tu envío siempre está pleno de paz. Porque, Señor, la paz rebosa de amor, justicia y verdad. Siempre te presentaste a tus apóstoles con la paz y esa paz significa y representa un signo de amor, de misericordia y de presencia de tu Persona, Señor, entre nosotros.
No es extraño, por tanto, observar que Jesús está dormido a la popa de la barca cuando atraviesan el lago de Genesaret. A pesar de que las olas se levanten amenazadoramente, Él no está preocupado. Su Poder está por encima del viento y la tempestad. Pero, nosotros, llenos de miedo no entendemos y nuestra fe se debilita. Nos preguntamos: ¿Quién es este a quien el viento y el mar obedecen? ¿Quién es Jesús? ¿Te lo has preguntado de forma seria y comprometida ante los acontecimientos de tu propia vida y de todo lo que te rodea? ¿Buscas realmente respuestas a ese impulso vital y trascendente que subyace, duerme y vive en lo más profundo de tu corazón? Es esa la pregunta que interpela nuestra vida, que le da sentido y respuesta a todos nuestros interrogantes. Realmente, ¿qué buscas tú en tu vida?
Seguramente, estás dormido por esa mecedora seducción con la que el mundo te duerme, te distrae, te seduce y engaña. Procura despertar y buscar en la popa de tu vida al Señor. Él, aunque aparentemente dormido, tiene su mirada fija en ti y te dice: «¿Por qué estáis con tanto miedo? ¿Cómo no tenéis fe?». ¿Acaso te llena plenamente lo que ves y aspiras a tener en este mundo? ¿Piensas y crees que en la riqueza, poder, fama, éxito, placer, está esa felicidad que buscas? ¿Tú experiencia que te dice?
No tenemos todo el tiempo del mundo. Se nos va rápido. Nuestra vida tiene un espacio – suficiente para dar una respuesta a nuestro Padre Dios – que no debemos desperdiciar. Nos va en ello nuestra felicidad eterna. Hay un sólo Señor y Él – nuestro Señor Jesús – es nuestra plena esperanza, nuestro Camino, Verdad y Vida, y quien, quieras o no, lo sepas o no, o lo busques o no, da verdadera respuesta a tu vida plenamente. Tú y, también nuestra, salvación está en acudir a Él como hicieron los apóstoles al despertarle y pedirle que les salve.
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