Jn 17, 20-26 |
No entendemos que Jesús, el
Hijo de Dios Vivo, que ha dado su Vida por mí, se ponga ante el Padre y le pida
por mí. Y también por ti y por todos los que creen en su Palabra a través de
los apóstoles que nos la han transmitidos.
—¿Tú lo entiendes, Pedro? Preguntaba
Manuel, algo perplejo, a su amigo.
—Me cuesta entenderlo, pero
quiero y trata de entenderlo. De cualquier manera lo importante es creer. Y en
eso me aplico.
—Sí, a mí me ocurre algo
parecido. Sin embargo, en mis oraciones pido para que mi corazón – iluminado por
el Espíritu Santo – llegue a entenderlo.
Ambos amigos se interpelaban
en el esfuerzo de compartir esa dificulta, inherente a nuestra propia naturaleza,
que nos impide entender lo que nos dice y promete el Señor. De ahí la necesidad
que tenemos de ser niños y creer en nuestro Padre. Nada extraño a nuestra
propia experiencia, pues cuando niños creíamos en todo lo que nos decían
nuestro padres. De ahí que Jesús, el Señor, nos dice en algún momento que
tenemos que ser como niños.
—Esa es nuestra intención y
eso es lo que celebramos en cada Eucaristía, todos unidos ante Jesús, que reza
por nosotros y se da para que perseveremos unidos como el Padre y Él son uno –
concluyó Manuel.
Hagamos nosotros lo mismo, celebrar la Eucaristía unidos a Jesús y tratando de vivir esa unidad a la que nos convoca Jesús cuando nos reparte su Pan: Cuerpo y Sangre.