No se trata de cumplir ni de
un rosario de prácticas y normas. Si bien, son necesarias para mantener un
equilibrio y disciplina, pero no es la esencia de esa nueva actitud a sostener
en el camino de nuestra vida.
Se trata de amar, amar hasta el extremo de estar en disponibilidad de dar la vida por el otro. Esa fue la enseñanza de Jesús, y esa es la misión que debemos, primero esforzarnos en vivir, y segundo transmitir con nuestra vida.
Y, para ello, se hace necesario las prácticas, normas y cumplimientos de los que hablábamos al principio como ejercicios que nos fortalecen y nos mantienen activos. Pero, lo fundamental es nuestra relación con el Señor, del que tomamos el alimento Eucarístico para sostenernos firmes. Porque de Él nos viene la Gracia para poder vivir en el amor fraterno. Un amor que nos va a exigir dar y darnos, y morir a nuestras propias pasiones y egoísmos.