miércoles, 11 de junio de 2025

UN COMPROMISO: ANUNCIAR

Mt 10, 7-13

Es evidente que cuando tienes una alegría sientes inmediatamente la necesidad de compartirla, incluso con desconocidos. Se experimenta en las competiciones, donde se funden en aplausos y hasta abrazos aficionados, tantos amigos como desconocidos. Y es que el gozo de tener una gran noticia no se puede mantener callado.

Manuel que ensimismado en esos pensamientos estaba gozando de saberse hijo de Dios, y por tanto, llamado a la plena felicidad eterna, comento:

—¿No se nota, Pedro, cuando estoy alegre, que hasta mi cara cambia de color y mi mirada está llena de alegría y esperanza hasta contagiar al que está a mi lado?

—Es cierto, cuando nos sucede eso sentimos ese deseo de compartirla la buena noticia.

—¿Hay mayor alegría que la de sentirse hijo de Dios y llamado a una vida eterna en plenitud de gozo y alegría? ¿Y somos capaces de transmitirla?

—Supongo que ese es el reto, pero no parece que lo hayamos descubierto.

—Esa es la cuestión, darnos cuenta y descubrir el tesoro que tenemos y darlo a conocer. Y es que cuando lo descubrimos vendemos todo, como hizo Bernabé, y nos entregamos a dar a conocer esa gran Noticia.

Manuel y Pedro habían descubierto esa realidad a la que estamos todos llamados. Cada cual según sus posibilidades y talentos recibidos, pero todos dejando el centro de nuestro corazón para situar en él la gran Buena Noticia que salva al mundo.