Mt 5, 33-37 |
«Siempre
he oído, y en cierta media lo he comprobado, que antiguamente la palabra dada
era inamovible y su cumplimento quedaba sellado a cal y canto. En la época de mis abuelos y padres la palabra
era algo muy serio y, una vez dada, lo dicho quedaba cerrado», se
decía Manuel recordando tiempos pasados.
Una comunidad cuya base no
sea la mutua confianza en la verdad y la justicia, está llamada a desmoronarse
con la mentira e incumplimientos. Solo la verdad sostiene al grupo en la unidad
y la confianza.
—¿Crees, Pedro, preguntaba Manuel,
que hace falta traer a Dios por testigo para comunicar algo a los demás? ¿Acaso
tu palabra no se sostiene por sí misma que hace traer la duda de la sospecha
poniendo a Dios por testigo?
—Supongo que de perder la
confianza hemos perdido estar en la presencia de Dios.
—Estoy de acuerdo, vivir en
presencia de Dios destierra la mentira y las malas intenciones. Él es la
Verdad, y, precisamente, la Verdad no hace libres.
Evidentemente, entre personas honestas, honradas y, sobre todo, en presencia de Dios, basta solo decir si y no, sin más titubeos ni dudas. Dejar entrar la duda es abrir la puerta a la sospecha, y por tanto, a la mentira. Y eso es síntoma claro de que Dios no esta ahí.