martes, 10 de junio de 2025

SAL Y LUZ

Mt 5, 13-16

Es evidente que la sal se mezcla con el alimento y lo impregna de su sabor. Y lo hace de una manera silenciosa, sin llamar la atención sino transformando el sabor de ese alimento con el que se mezcla.

—Así debería contagiar yo mi fe en los ambientes donde me muevo, ¿no te parece Pedro?

—Supongo que sí, pero, una cosa es querer y otra poder.

—Para eso hemos recibido al Espíritu Santo, para, con nuestro esfuerzo, dejarle actuar y contagiar de fe nuestros ambientes. Y también de luz, porque, al mismo tiempo que damos sabor de la verdad y el bien, alumbramos el camino a seguir.

—Esa es la cuestión, ser consciente de que no estamos solos y que se nos ha dado la fuerza del Espíritu Santo. Pero, ¿lo somos?

—Debemos pedirlo y ser perseverante en esa petición. Con el Espíritu Santo podemos ser lo que Dios quiere que seamos, sal y luz. De no poder no nos lo hubiese pedido. Esa será nuestra lucha de cada día, ser sal y luz.

—Sí, estoy de acuerdo, pero nunca perder de vista que cada cual en la medida de los talentos que ha recibido. No vayamos a creernos capaces de todo. Y sin perder de vista la humildad.

—Nuestra referencia es el Señor. Él pasó por todo eso, y muchos no le hicieron caso ni le escucharon. A nosotros nos pasará igual. "Si no estamos abiertos a la guía del Espíritu Santo y no estamos dispuestos a cambiar nuestras actitudes, no podremos crecer en la fe y experimentar la plenitud de la vida en Cristo." Y menos ser sal y luz.

Ambos amigos habían decidido intentar ser luz y sal en la medida de sus posibilidades. Cada cual, se decían, según sus posibilidades y talentos. Lo verdaderamente importante era amar. En el amor está contenida la sal y la luz.