domingo, 20 de julio de 2025

CONTEMPLAR, ACOGER Y ESCUCHAR: ACTITUDES NECESARIAS EN LA VIDA CRISTIANA

Lc 10, 38-42

Manuel se encontraba angustiado. Llevaba un día frenético, sin tiempo para pensar. Experimentaba deseos de tener espacios de paz, de poder pensar y sentirse vivo, en el mundo. Ciertamente, lo echaba de menos. De momento le costaba pararse y, tras un esfuerzo, dejando todo de lado, se sentó en su terraza favorita y, llamando a Santiago, le pidió que le sirviera un café.

—Le noto algo nervioso, Manuel. ¿Le ocurre algo?
—Nada, Santiago. Gracias por tu preocupación. Ando algo excitado por problemas personales, pero algo pasajero. Al menos eso espero.
—La tranquilidad es algo muy valioso, e incluso saludable.
—Y muy necesario para darte cuenta de que vives y estás en el mundo. La vida es vida en cuanto tú tomas conciencia de ti mismo y experimentas quién eres y a dónde vas.
—Tiene mucha razón. Sin conciencia de uno mismo, eres como una veleta, caminas por donde te sopla el viento.
—Cierto. Precisamente, en estos momentos busco eso, saber qué viento sopla, y a dónde me empuja. Reflexionar es como respirar, tan necesario para encontrar tu camino en este mundo.
—Es usted un libro abierto, Manuel.
—No tanto, pero sí, sé quién me puede ayudar, y de quién puedo confiar y fiarme.
—Eso es una gran ventaja. Me gustaría que en algún otro momento, con tiempo, me hable de ese personaje del que se fía.
—Cuando quieras, me avisas, fijamos un día y hablamos un rato.
—En eso quedamos. Gracias.

Sin saber por qué ni cómo, Manuel y Santiago habían tenido una buena conversación. Ese tipo de conversación capaz de cambiar la vida y el rumbo de su camino. Es evidente que Manuel hablaba del Espíritu Santo, que camina con nosotros desde la hora de nuestro bautismo. Otra cosa es que muchos no lo advierten, ni lo saben o no le hacen caso. Posiblemente, Santiago puede ser que sea uno de esos.

La vida necesita contemplación, para ser acogida, escucha y servicio.  Contemplar para escuchar y conocernos, y acogida, para servirnos. Somos seres en relación precisamente para eso, para conocernos tras la escucha, y para acogernos y servirnos tras las necesidades. Sobre todo de manera especial a los más necesitados.

Tras un buen rato, Manuel se dio cuenta de que esos momentos habían sido una llamada de atención. Se había parado y, movido por Santiago, había llegado a la conclusión de que es necesario escuchar la Palabra, y luego ponerla en acción. Es lo que hizo María, escuchando atentamente al Señor, y lo que hizo Marta, aunque algo afanada en servir. Ambas cosas son necesarias, pero sin perder la paz, la presencia y la confianza en el Espíritu Santo que nos acompaña.