Lc 12, 49-53 |
El tiempo vivido me ha descubierto la dureza de la
vida, sobre todo si buscas caminar en la verdad y la justicia, y respetas la
libertad. Hay muchos lobos que solo piensan en sí mismos y devoran todo lo que
se les pone enfrente.
Saboreando un buen café, Manuel daba vueltas a su
vida, tratando de cribar lo bueno y lo malo que encontraba en ella. «A veces
—se dijo— se declara la guerra por intereses contrapuestos». Hace presencia el
egoísmo, la soberbia, la vanidad de querer ser el mejor, el más fuerte, el que
decide y está por encima de los demás. Aparecen los enfrentamientos, las
divisiones. Tu vida se incendia y el fuego amenaza con destruirte.
—Buenos días, te veo muy pensativo. ¿Te pasa algo?
—No, nada. Simplemente, reflexionaba sobre la dureza
de la vida. Es impresionante ver los contratiempos y dificultades que el tiempo
va poniendo en tu camino. Cuando tienes la tentación de mirar atrás —como se me
ha ocurrido a mí hoy— te sorprendes recordando todo lo que has vivido para
estar aquí. Y te sientes un privilegiado de haber llegado.
—Bueno, cada historia, tras las apariencias, esconde
batallas, guerras y enfrentamientos. Afortunadamente, el tiempo ayuda a
olvidarlas.
—Sí. Y me pregunto: si no olvidáramos, ¿podríamos
seguir viviendo? Pero algo debe quedarnos claro: la verdad, la libertad y la
justicia son valores que siempre debemos defender. ¿Estás de acuerdo?
—Totalmente de acuerdo, ¡no faltaba más! Son valores
eternos.
—Bien dices: eternos. Jesús lo proclama tajante y
claro: «He venido a prender fuego a la tierra, ¡y cuánto deseo que ya esté ardiendo!
…» (Lc 12, 49-53). Y me sirve de reflexión.
—¿Puedes decir algo más de ese pasaje?
—Jesús se refiere a que el mensaje del Reino es
radical: no admite medias tintas ni componendas, sino que es firme, agudo y
concluyente en una opción clara de vida. La verdad y la justicia se abren
camino en medio de la mentira y la explotación, como un cuchillo que atraviesa
la carne. El amor, el perdón y el servicio rompen cualquier alianza con la
violencia, el odio o la corrupción.
—¿Y esto traerá fuego y división?
—Exacto. El Reino de la compasión y la misericordia
se presenta ante la injusticia con firmeza, indignación y valentía. Cuanto más
dañino para el ser humano sea un contexto, más fuerte resonará la contestación
del Reino y más disonante será su mensaje. Será un fuego que prenda redes y un
martillo que rompa cadenas.
—Ahora entiendo lo de los enfrentamientos. Donde hay
mentira e injusticia, la verdad se levanta como estandarte de lucha para
establecer la justicia.
—Sí, pero nunca con violencia, sino con firmeza. El
Reino no se deja domesticar y muestra su rostro más nítido cuando la realidad
se opone a la vida y dignidad humanas.
Había quedado claro: la Buena Noticia trae paz, pero
una paz que no se resigna ante la injusticia. Es fuego que purifica, luz que
ilumina y fuerza que libera a los oprimidos.