miércoles, 13 de agosto de 2025

CORRECCIÓN EN LA CARIDAD

Mt 18, 15-20

    Cuando Pedro llegó, como de costumbre, a tomar su café y relajar la mente, encontró un ambiente enrarecido. Un grupo de amigos discutía con voces elevadas, llegando incluso al insulto. Santiago, el camarero, intervino para pedir calma: aquello era una terraza pública y había que respetar a los demás. 
    La escena quedó grabada en la mente de Pedro. Poco después, en su charla habitual con Manuel, trajo el tema a colación.

     —¿Qué opinas, Manuel, sobre los conflictos entre amigos o familiares?
    —¿Te refieres a insultos y ofensas?
    —Sí, a las discusiones que nacen de intereses personales.
    —Creo que siempre es mejor controlarse y hablar con respeto. Imponer la propia idea casi siempre lleva a pleitos y heridas.
    —Lo que vi hoy fue distinto: unos amigos casi llegan a las manos. Gracias a Santiago, se calmó todo.
    —Eso me recuerda a las palabras de Jesús en Mt 18, 15-20 —respondió Manuel—. Él enseña a corregir primero en privado, para proteger la reputación y buscar la verdad cara a cara.
    —¿Y si no hay buena actitud ni deseo de paz?
    —Entonces, si es grave, se recurre al grupo o la familia. Corregir no es fácil: la soberbia y la intolerancia cierran puertas y dejan al descubierto nuestras propias incoherencias. Por eso, la corrección solo puede enraizarse en la caridad: hacia quien tropieza y hacia quienes sufren las consecuencias.
    —Es una buena respuesta.
    —Recuerda, Pedro: eso exige pureza de intención y discernimiento. Solo el amor descoloca.

    Los conflictos son semillas que crecen en el terreno de la soberbia y el afán de imponer la propia voluntad. La única solución es la caridad: bañando el conflicto de verdadero amor, se limpian las malas intenciones y se encamina todo hacia la concordia y la paz.

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