Mt 16, 24-28 |
—Me decía un compañero que estaba
cansado de tanto esfuerzo, sobre todo porque no había encontrado lo que
esperaba. Eso me sorprendió, y le pregunté qué es lo que no había encontrado.
La respuesta fue contundente: la paz y el sentido de la vida.
—¿Te sorprende esa respuesta,
Pedro? El esfuerzo, si no tiene un sentido altruista, queda vacío. Si solo se
piensa en uno mismo y no en el bien de los demás, no lleva a nada.
—¿Qué tratas de decirme? ¿Qué no
vale para nada esforzarse en mejorar?
—Nada de eso, solo quiero decir
que la vida, por sí sola, ya es esfuerzo y trabajo. Pero lo único que da
sentido a eso es hacerlo en función de los demás.
—Me dejas todavía más confuso.
¿Cómo que, en función de los demás? ¿Acaso trabajo para otros?
—A ver, Pedro. Trata de
entenderme. Si piensas solo en ti, tu vida pierde sentido. Solo cuando uno se
da por el bien de los demás, la vida merece la pena vivirse. ¿Recuerdas aquel
pasaje evangélico del rico insensato? ¿Para qué tantos graneros?
—¡Ah!, sí, ya recuerdo. Y ahora
empiezo a comprender a qué te refieres. ¿No hay un Evangelio que hable de perder
la vida para ganarla?
Manuel hizo una pausa y, encontró
el pasaje donde Jesús lo expone muy claro en el Evangelio de Mateo 16, 24-28.
—Aquí está,
escucha: En aquel tiempo, dijo Jesús a sus
discípulos: «Si alguno quiere venir en pos de mí, que se niegue a sí mismo,
tome su cruz y me siga …»
—Léelo con calma y entenderás
mejor lo que quiero decirte.
—¿Eso significa que tengo que
preocuparme por los demás?
—Eso significa que hemos sido
creados por amor y para amar. ¿Sabes, que ese es el mandamiento principal, el
que engloba a todos los demás? Primero, amar a Dios, y desde Él, con su Gracia,
amar a todos los demás. Y eso exige un constante esfuerzo por servir a los
demás.
—Claro, por eso quien pierde su
vida, la gana. Y al contrario. ¿No es eso?
—Evidentemente, quien ha dado su
vida —perdiéndola aparentemente para el mundo— por amor a los demás, la gana
para Dios. Y quien vive pensando en sí mismo, al final se perderá.
El esfuerzo no es el problema. El propósito lo es. Si luchas solo por ti, te perderás. Si luchas por amor, te encontrarás.
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