Jn 21, 15-19 |
—Dónde se apoya tu fe, Pedro? Pregunto Manuel a su amigo.
—En un Dios todopoderoso y
Trino: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
—Pero, da la sensación, así
muchos lo manifiestan, que ese Dios es un Dios lejano, invisible y que parece,
o no interviene, en este mundo. ¿No lo ves tú así?
—¡Hombre, no sé que decirte!,
pero ese es el Dios que he conocido toda mi vida.
—Pero, hay un Dios encarnado
en Persona Humana, Jesús, que ha bajado a este mundo para enseñarnos ese Rostro
que tú no conoces de Dios, y para anunciarnos su presencia entre nosotros y un
amor de misericordia infinito. Y ese Dios Hijo, hecho hombre, nos ha enseñado de
qué manera nos ama su Dios Padre, y de lo que quiere que hagamos para vivir con
Él, en gozo y plenitud, eternamente.
—¿Y cómo podemos saberlo?
—Ha dado su Vida por
nosotros, y ha Resucitado para demostrarnos que solo el Amor es eterno y en
donde se esconde la felicidad que todos buscamos.
Los dos amigos concluían que lo verdaderamente importante es amar. Pero un amor hasta el extremo, tal y como Jesús, el Señor, nos lo había dado. Y la experiencia nos va demostrando y enseñando que solo en el amor nuestra vida tiene sentido. Y ese amor nos cuesta mucho sostenerlo por nuestra propia condición humana. Solo en Dios podemos conservarlo, modelarlo, suavizarlo, humanizarlo y despojarlo de la inclinación ególatra a la que estamos sometidos por el pecado original. Y darlo en generosidad gratuita a los demás. Solo así permaneceremos en Dios y seremos dichosos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.