No se trata de cumplimientos
ni de prácticas, ni siquiera de buena intención. Se trata simplemente de amar.
Y amar con misericordia de forma gratuita y sin condiciones. Es decir, amar
como nos ama el Señor, con un amor comprometido simplemente por amor y sin
espera de recompensa. Primero, porque el Señor no necesita para nada de
nosotros. Nuestra gran dicha es que nos ama con infinita misericordia y quiere
nuestra felicidad, junto a Él, eternamente.
Ahora, no trates de
entenderlo, sino comprueba que esa es la realidad, y que por eso vives, has
nacido y caminas por este mundo. Es un misterio que solo lo entenderemos cuando
estemos en su presencia.
La cuestión es amar a pesar del desagrado, la inconsideración de otros y del pecado. Amar como, enviado por el Padre, nos ha enseñado Jesús, nuestro Señor. Y es bien sabido que amar al estilo de Jesús cuesta y exige mucho esfuerzo y dolor. Es evidente que hay que pasar mucho para entrar en el reino de Dios. Diría, simplemente, que no es fácil, sino imposible intentarlo por nuestra cuenta. Solo unido al Señor nos sería posible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Compartir es esforzarnos en conocernos, y conociéndonos podemos querernos un poco más.
Tu comentario se hace importante y necesario.