martes, 1 de marzo de 2011

PERDER PARA GANAR (Mc 10, 28-31)

"Recibiréis en este tiempo cien veces más, ...

Todos tenemos alguna experiencia que, en muchos momentos, para ganar hay que perder. Y sabemos que muchas veces para conseguir alguna cosa en concreto hemos de ceder para luego acceder a lo apetecido. Es la ley natural del tira y encoje, de la diplomacia, de la mano izquierda.

JESÚS nos propone hoy un camino de gloria y de ganancias siempre, pero de ganancias que están por encima de toda ganancia aquí en la tierra. Se trata de acceder a lo que todos de alguna manera buscamos, por aquí o por allá, pero es lo que queremos. Estamos avocado a ellos porque estamos hecho para eso. Es nuestro destino y nuestra vocación, y quien no la descubre se perderá por el abismo y la perdición.

Claro, también sabemos que toda ganancia tiene una regla o condición. Para lograr esto se necesita cumplir lo otro... JESÚS nos propone hoy la oferta más generosa que todos andábamos buscando: 
«El ciento por uno: ahora en el presente (...) y en el mundo venidero, vida eterna» (Mc 10,30). Él no se deja ganar en generosidad. Pero añade: «Con persecuciones». Jesús es realista y no quiere engañar. Ser discípulo suyo, si lo somos de verdad, nos traerá dificultades, problemas. 

Pero Jesús considera las persecuciones y las dificultades como un premio, ya que nos ayudan a crecer, si las sabemos aceptar y vivir como una ocasión de ganar en madurez y en responsabilidad. Todo aquello que es motivo de sacrificio nos asemeja a Jesucristo que nos salva por su muerte en Cruz.

Siempre estamos a tiempo de descubrir nuestra verdadera vocación, porque en el Bautismo hemos sido conferidos a buscar la santidad, que es nuestro ansiado destino, y por él estamos revestido, en el ESPÍRITU SANTO, de la Gracia necesaria, injertados en CRISTO, para lograrlo. No hacerlo es fracasar, porque de no conseguir la vida y la felicidad eterna no habremos conseguido nada. Y está en nuestras manos, pues JESÚS, que tiene Palabra de Vida eterna, nos lo ha prometido.

Jesús, todos te estamos siguiendo, unos casados,
otros solteros y otros consagrándose a ti, 
pero en fin todos buscamos seguirte 
porque para eso nos has elegido. 

Ayúdame a comprender, en este rato de oración, 
que seguirte no me hará la vida color de rosa 
sino que me exigirá llevar mi cruz. 

Sólo contigo y con mi colaboración podré llegar
a la meta que me tienes marcada
y recibir el premio que es estar
contigo en el cielo. Amén.