Muchos estamos
empeñados en exigirle al Señor que nos dé explicaciones y pruebas de su divinidad y, de no darlas, nos cerramos a creer en su Palabra. Esa es la realidad con la
que nos encontramos cada día. Exigen pruebas que les convenzan para creer en
Jesús de Nazaret.
Jesús nos responde
de esta manera: «Ya os lo he dicho, pero no me creéis. Las obras que hago en
nombre de mi Padre son las que dan testimonio de mí; pero vosotros no creéis
porque no sois de mis ovejas. Mis ovejas escuchan mi voz; yo las conozco y
ellas me siguen. Yo les doy vida eterna y no perecerán jamás, y nadie las
arrebatará de mi mano. El Padre, que me las ha dado, es más grande que todos, y
nadie puede arrebatar nada de la mano del Padre. Yo y el Padre somos uno».
Ante esta
respuesta de Jesús, yo respondo de la misma manera, apoyado en sus Palabras, a
todos aquellos que exigen pruebas que les satisfagan según sus intereses o
caprichos. Todo está dicho, Jesús es el Señor y su Pasión, muerte y
Resurrección dan testimonio de que es el Hijo de Dios Vivo. Su Obra y Vida
hablan por sí sola y zanjan toda cuestión. Quienes creen en Él escuchan su voz,
creen en su Palabra y siguen sus enseñanzas. Y experimentan su presencia y su compañía.
¡Alabado sea el Señor!
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