sábado, 25 de septiembre de 2010

EL dios DON DINERO


Con total seguridad, en estos momentos hay mucha gente trabajando. Llamo la atención a esto porque hago esta meditación en domingo, día del SEÑOR. Día primero de la semana, y reservado para santificar al SEÑOR.

Y cuando hablo de trabajo me refiero al trabajo buscado para obetener ganancias y beneficios económicos que engrosen más mi caja de caudales y me hagan más rico. Rico en bienes, en poder económico, en cosas que, a fin de cuentas, son caducas y efímeras.

Hoy, pensamos más en la bolsa, en el negocio, en los beneficios que en los pobres que no tienen para comer o las cosas no le van tan bien. Es posible que muchos tengan la culpa de su propia pobreza material, y también, ¿por qué no?, espiritual, pero en ambos casos debemos estar vigilantes y atentos a socorrerlos en la medida que lo necesiten, se dejen y deseen ayuda.

Porque esa es la verdadera "caja de caudales", la celestial, y lo que se guarde ahí no tiene precio ni caduca nunca. Hace ya 8oo años, ante de CRISTO, que el profeta Amós nos advirtió de tal apego y peligro. El hombre no descansa en domingo, y hasta le molesta que sea domingo y no se trabaje, pues él quiere ganar siempre y cuanto más, más. Incluso, no repara en trabajar para ganar, si se hace preciso pasar por encima del amigo, empleado o quien sea.

Y Amós nos descubre como hacemos para enriquecernos explontando al que trabaja sin descanso, por un mísero sueldo, para nosotros; como estamos ansioso por vender, aunque sea domingo, el último ordenador, el último móvil, los últimos modelos de... Todo dirigido a guardar y guardar en el granero para teniendo estar más seguro y seguro más feliz.

Podemos pasarnos de listo, pero el SEÑOR está pendiente de todo y lo ve todo. Y llegará el día en que ÉL levantará del polvo al desvalido y sacará al indigente, al explotado y al esclavo del estiércol para sentarlo entre los grandes y jefes de su pueblo.

El dinero es tesoro falso, construido con barniz brillante y reluciente, pero negro y herrumbiento apenas escarbes un poco. El dinero desata la codicia, la avaricia, el poder, la soberbia, engríe y alimenta el orgullo que ensoberbece y pierde al hombre.

sin embargo, también puede ser causa de salvación. Si sabes gastarlo, compartirlo, emplearlo en ayudar, en curar enfermedades, sufrimientos, necesidades... Entonces, como por arte de magia, tu caja de caudales celestial, como decía san Francisco, se verá abundante, llena de verdaderas monedas que nunca perecerán y que te serán contadas en tu provecho. El verdadero tesoro es el amor que nos lleva a compartir y darnos.

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