sábado, 8 de febrero de 2014

ESPACIO Y ORACIÓN

(Mc 6,30-34)


En muchas ocasiones encontramos personas que se han alejado de la práctica diaria de la oración por sentirse agobiados y angustiados. Y es que hay muchas formas de orar pero hay muchos que tratan de imponer la suya o una forma concreta. Es posible que te sientas presionado y agobiado porque te cuesta aceptar esa manera o disciplina de oración, o porque simplemente no te sientes preparado ni fortalecido para ello.

Tienes tu propia forma de hablar con Dios y se te hace duro y pesado hacerlo de otra forma, o exigirte más. Todas las formas de hablar con Dios son importantes y buenas, sobre todo cuando se produce esa sintonía con el Señor que te llena de gozo y te compromete con su Palabra. Eso te empuja y te transmite las fuerzas necesarias para crecer y gozar con y en su presencia.

Lo importante es hablar con Dios, pero sobre todo escucharle. Y la escucha necesita tranquilidad, silencio interior y también disponibilidad y acogida. No se trata de cantidad ni de tiempo u oraciones, lo importante es acoger en nuestro corazón y hacer de sus Palabras eco en mi vida con coherencia y responsabilidad. Y dar los frutos esperados.

Es verdad que en la medida que eso se produzca, el tiempo de oración será mayor porque donde te sientes bien el tiempo no cuenta. Y también en la misma medida tu disponibilidad será mayor. Orar es pasarlo bien con el Señor, porque a pesar del compromiso y el dolor, sientes que es eso lo que debes hacer y lo que te da gozo. Te desahogas, le cuentas tus problemas y tus alegrías, y le pides las fuerzas necesarias para seguir en la lucha y el camino a su lado.

Cuando experimentas esas sensaciones la oración es un espacio que buscas y deseas con alegría y esperanza.

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