lunes, 18 de diciembre de 2017

¿ESTOY ATENTO Y A LA ESCUCHA DEL ESPÍRITU SANTO?

Mt 1,18-24
Es muy bonito y hasta gozoso leer como José, avisado en sueños del plan de salvación de Dios con su pueblo, le manifestó su Voluntad. Y, también, como respondió José actuando según lo que el Ángel del Señor le había dicho. ¿Te parece fácil la actuación y respuesta de José?

Aparentemente, leída de forma rápida y sin pausa reflexiva, parece fácil de discernir y realizar. En la lejanía no nos damos cuenta del contexto donde tiene lugar y la situación de ambos personajes. Ni siquiera del entorno que les rodea. Todo parece tan claro como que nos imaginamos a un José oyendo claramente que el Ángel le dice: Toma a María y no tengas dudas. Esto es obra de Dios.

Posiblemente, si tú y yo esperamos oír tan claramente esas órdenes del Señor se explica que no las hayamos oído, y que, posiblemente, no las oiremos. No es el estilo del Señor hablarnos de esa manera tan clara. ¿Para qué si no la fe? Si el misterio se nos desvela, ¿qué sentido tiene la fe? En la presencia de Dios, a su derecha, la fe nos sobrará. Tenemos al mismo Dios delante de nosotros.

Aquí, en el camino, si nos hace falta la fe. Es una condición necesaria para llegar al Señor. Hay que creer en Él y así lo hizo, María, la joven elegida, y también, José, el marido fiel y casto entregado a la Voluntad de Dios. Nada fácil resultó para ambos. Todo envuelto en misterio y señales que fueron desvelando el plan de salvación del Dios Padre. Y seguir sus mandatos y plan descubre que tenemos fe. Diríamos que la fe es la suma de la perseverancia, la constancia y el seguimiento.

Quizás, muchas personas no te sabrán responder a la pregunta sobre su fe. No entenderán si tienen fe o no, pero el hecho de estar ahí, de continuar y perseverar en la oración y el sostenerse en la alegría y esperanza, manifiestan y descubren su fe. Porque, precisamente la fe tiene esos efectos. Confiesa tu fe con la palabra, que yo te mostraré la mía con mis obras, con mi perseverancia y mi insistencia. La fe se descubre en la medida que se nota, que se manifiesta y se hace presencia en el Señor.

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