martes, 18 de septiembre de 2012

EL TEMOR CATALIZA EL ENCUENTRO...



 Del santo Evangelio según san Lucas: 7, 11-17

porque cuando uno es sorprendido por lo inesperado, por la utopía aparente de volver a la vida la muerte, uno se queda desarmado, sin argumentos, y lo inmediato es interesarse por Aquel que a la muerte le ha devuelto la vida.

Sí, evidentemente el temor te ayuda a encontrarte con la realidad de tu vida, y esa realidad es Jesús. Sucede como si de una casualidad se tratara, pero todo está pensado en los planes del Padre. Y a nosotros no toca estar despierto y atento, porque del asombre y perplejidad podemos pasar al olvido y la indiferencia.

Aquella viuda va derrotada, la muerte la ha invadido y lo único que tenía, su hijo, se le había arrebatado. Con él se le iba toda su seguridad, todo su futuro, todo su sustento y bienestar. La muerte la había dejado desprovista de todo y la dejaba desamparada y desnuda frente a ese mundo suyo que le había tocado vivir. Ya no tendría valor ni significado su vida.

Sin embargo, en ese camino derrotista y desamparado, la muerte es sorprendía por la Vida. No una vida cualquiera sino la Única y Verdadera Vida. Jesús pasa junto a esa comitiva. Diríamos que se encuentran la muerte y la Vida. Y ese encuentro propicia que la muerte vuelva de nuevo a la Vida. Pero una Vida que promete ser Eterna y gozosa.

Jesús se hace presente, por su misericordia y compasión, en aquel camino derrotado de la viuda de Naím, y le dijo: «No llores». Y, acercándose, tocó el féretro. Los que lo llevaban se pararon, y Él dijo: «Joven, a ti te digo: levántate». El muerto se incorporó y se puso a hablar, y Él se lo dio a su madre. El temor se apoderó de todos, y glorificaban a Dios, diciendo: «Un gran profeta se ha levantado entre nosotros».

Pidamos al Señor que nuestro asombro hoy, 2012 años después, no sea efímero, instantáneo y momentáneo, sino que madure, eche raíces y dé frutos. Porque la Vida vence a la muerte y eso es lo que realmente buscamos: "Vida eterna, Vida eterna en el gozo de la presencia de Dios Padre. Amén.

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