jueves, 3 de agosto de 2017

UN JUICIO DE AMOR


Dependerá de como hayas gastado tu amor. No te pedirán dinero, ni bienes, ni tesoros materiales, ni riquezas o actos heroicos. No, sólo te pedirán amor. Es lo que se desprende de forma muy clara en el Evangelio de hoy. Mira y reflexiónalo bien: En aquel tiempo, Jesús dijo a la gente: «También es semejante el Reino de los Cielos a una red que se echa en el mar y recoge peces de todas clases; y cuando está llena, la sacan a la orilla, se sientan, y recogen en cestos los buenos y tiran los malos. Así sucederá al fin del mundo: saldrán los ángeles, separarán a los malos de entre los justos y los echarán en el horno de fuego; allí será el llanto y el rechinar de dientes. ¿Habéis entendido todo esto?» Dícenle: «Sí». Y Él les dijo: «Así, todo escriba que se ha hecho discípulo del Reino de los Cielos es semejante al dueño de una casa que saca de sus arcas lo nuevo y lo viejo». Y sucedió que, cuando acabó Jesús estas parábolas, partió de allí.

Y esto es lo que verdaderamente importa. Claro, que para eso hay que creerlo. La fe es fundamental, pero la fe es también un tesoro que hay que buscarlo y pedirlo. Buscarlo en el abandono en el Señor, y pedirlo en el seguimiento de su Palabra. Sin embargo, sin fe, ¿en dónde pones tus esperanzas? Será muy triste deambular por el desierto de esta vida sin la esperanza de encontrar la verdadera agua que pueda calmar tu sed para siempre.

Pero, por otro lado, experimentas que el amor es lo que te da gozo y esperanza. El amor en ser considerado una buena persona. Pero, una buena persona, no según tus apreciaciones y tus verdades, sino en la Verdad Absoluta, donde reside la plena Verdad. Porque tú y yo nos equivocamos y no soportamos todo el dolor del otro. Nuestra capacidad no llega a esos límites, y nuestro egoísmo y soberbia nos puede. 

Necesitamos llenarnos de verdadero amor y para eso necesitamos de la asistencia del Espíritu Santo, que nos guía para, al final, estar entre los peces buenos, aquellos que han gastado su vida en amar.

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