(Mt 13,44-46) |
Se hace difícil entender eso del Reino de los Cielos. ¿Qué es el Reino de los Cielo? Para sus contemporáneos era algo que no entendían. Ni Pilatos, ni el Sanedrín, ni Herodes, ni incluso, al principio, lo entendían sus discípulos, que era eso del Reino de los Cielos. Y es que el hombre si no entiende que está llamado a una vida diferente a esta, no encuentra razones para creer en otro mundo.
Ese mundo espiritual que si supo entender aquel ladrón, y que no sabemos, ni entendemos los motivos, pidiéndole que se acordará de él cuando Jesús estuviese en su Reino. Quizás tengamos nosotros que decir y pedir lo mismo, aunque hoy, por la Gracia de Dios y el testimonios de sus apóstoles, discípulos y muchos cristianos que nos han precedidos, sabemos que es Jesús ese Reino de Dios prometido, porque Él es el Camino, la Verdad y la Vida.
Tratemos de abrir nuestros ojos y explorar el mundo que nos rodea. Un mundo que se mueve en espejismo de fantasías y auto engaños. Un mundo lleno de luces y colores que, pronto se apagan, y dejan traslucir el vacío, el sin sentido y la perdición. Un mundo hermoso, pero, al mismo tiempo hueco y caduco. Convendremos que en un mundo así no podremos encontrar la auténtica felicidad. Sí, habrá momentos de gozo y alegría, pero serán efímeros y con sabor amargo.
La vida se hace luz y gozo cuando la lucha está centrada en alguien que vale la pena. Y ese Alguien es Jesús. Porque Él es la Vida Eterna y la Esperanza de un mañana perpetuo, donde Reina la Paz, la Justicia y el Amor. Sí, el Reino de Dios es semejante a un Tesoro escondido, que quien lo encuentra exulta de alegría y de paz, y se llena de esperanza, porque la muerte de este mundo no tiene la última palabra, la tiene el Señor, nuestro Señor Jesús.
En verdad te digo: hoy estarás conmigo en el Paraíso -Lc 23, 43-. Esa fue la respuesta de Jesús a aquel ladrón que le pidió que se acordase de él cuando estuviese en su Reino. Y también, nosotros, le decimos y pedimos eso al Señor.
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