miércoles, 24 de enero de 2018

NECESIDAD DE CONVERSIÓN

Mc 4,1-20
Muchos esperan a comprender, para luego, convencidos, creer. Son aquellos que como Santo Tomás, dicen que necesitan ver para creer. Y Jesús nos dice: "Bienvaventurados aquellos que creen sin haber visto". Es nuestro caso, queremos creer y ser bienaventurados, porque queremos fiarnos de tu Palabra, Señor. Pero, indudablemente, necesitamos la sabiduría de tu Gracia para poder entender.

Por eso, necesitamos abrirnos a la acción del Espíritu Santo y ponernos en sus Manos. Ser como esa semilla, de la que nos habla hoy el Evangelio, que sembrada se hunde en la tierra para morir y dar frutos. Necesitamos agarrarnos fuertemente de tu Palabra, Señor, para echar raíces y dar frutos. Sabemos que hay muchos peligros y que, si no estamos atentos, podemos quedarnos en el camino y ser engullidos por Satanás que está al acecho; otros alegres por recibir la Palabra, pero sus raíces no son profundas y ante las primeras dificultades o persecuciones sucumben; hay otros que escuchan la Palabra entre tentaciones y seducciones del mundo, son los abrojos de nuestra vida, y tan pronto como las ambiciones, los afanes de la vida, las seducciones de las riquezas y el deseo de vivir bien los invaden, terminan por ahogar la Palabra y se quedan estéril.

Por fin, hay otros que reciben la semilla en tierra buena. Tierra que abraza sus raíces, las acogen, las entierran profundamente y le dan vida dando frutos y una cosecha de treinta, sesenta o del ciento por uno. Tratemos de ser del grupo de estos últimos y acoger la Palabra de Dios con entusiasmo, pero con paciencia y perseverancia. 

Dar frutos nos va exigir morir. Morir a nuestras propias ambiciones y a nuestros propios intereses. Dar frutos nos exigirá renunciar a muchas cosas que quizás no entendamos ni sepamos el por qué renunciar. Tenemos que confiar en el Sembrador y dejarnos cultivar por su Palabra para que nuestras obras del el fruto apetecido.

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