sábado, 25 de mayo de 2019

UN MUNDO EN EL EXTREMO OPUESTO

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Vivimos en este mundo y no en otro. Es el que nos pertenece. Es el nuestro, espacio y tiempo donde tenemos que ganarnos, por decirlo de alguna manera, nuestra salvación. Y digo, por decirlo de alguna manera, porque todo es, gracia a la Misericordia de Dios, recibido gratuitamente. Solemos decir y oír, es ahora el tiempo de salvación. Y es así, este es nuestro tiempo de salvación donde tiene lugar nuestra vida.

Sin embargo, este mundo, como los anteriores, han vivido de espalda a Dios. Le rechazan y no siguen sus mandatos. El mundo piensa de otra manera y busca su propia autonomía para seguir sus propias indicaciones y proyectos. No escucha ni atiende a razones de ese Dios que Jesús les presenta. Sus objetivos, donde cree que está la felicidad, son el poder y la riqueza. Es ahí donde piensa que reside su felicidad y, por el momento, no se plantea la eternidad. Adormecido y distraído cree que eso está muy lejos y no le preocupa por ahora.

Y en ese mundo estás tú y también yo. Ese es nuestro mundo y en donde tenemos que luchar y seguir la Palabra de Jesús. Es aquí y ahora. Jesús nos dice: «Si el mundo os odia, sabed que a mí me ha odiado antes que a vosotros. Si fuerais del mundo, el mundo amaría lo suyo; pero, como no sois del mundo, porque yo al elegiros os he sacado del mundo, por eso os odia el mundo. Acordaos de la palabra que os he dicho: El siervo no es más que su señor. Si a mí me han perseguido, también os perseguirán a vosotros; si han guardado mi Palabra, también la vuestra guardarán. Pero todo esto os lo harán por causa de mi nombre, porque no conocen al que me ha enviado».

Un mundo hostil al amor que propone Jesús. Un mundo que, como a Jesús, nos persigue y trata de apartarnos hasta el extremo de poner en riesgo nuestra vida. De hecho, eso está pasando en estos momentos en algunos lugares de este mundo nuestro. Hubo ya mártires en todo los tiempos que dieron su vida por ser fieles a la Palabra de Jesús y los sigue habiendo en estos momentos. Un Dios perseguido hasta el extremo de borrarlo y apartarlo de la sociedad en que vivimos.

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