domingo, 26 de septiembre de 2021

¡VEN, OH SANTO ESPÍRITU!

 

Mc 9,38-43.45.47-48

Nuestra vocación debe ser la dejarnos llevar por la actuación del Espíritu Santo. Lo hemos recibido en la hermosa y maravillosa hora de  nuestro bautismo, y ha bajado a nosotros para asistirnos y auxiliarnos en ese recorrido por este mundo para, dirigidos y bien llevados por Él, encontrar el verdadero camino que conduce a la Casa del Padre. Y, el Espíritu, sopla dónde quiere y en el que quiere.

Por tanto, no nos sorprendamos porque otros, a quienes no consideramos de los nuestros, sean dirigidos y asistidos por el Espíritu Santo. ¿Quiénes somos nosotros para dar órdenes al Espíritu? ¿Acaso pensamos que podemos darle órdenes? Quienes tiene al Espíritu en su corazón y actúan, por tanto, en nombre del Señor, no estarán nunca en contra de Dios. Todo lo contrario, estarán a su favor: Jesús mismo lo dijo: «No se lo impidáis, pues no hay nadie que obre un milagro invocando mi nombre y que luego sea capaz de hablar mal de mí. Pues el que no está contra nosotros, está por nosotros. Todo aquel que os dé de beber un vaso de agua por el hecho de que sois de Cristo, os aseguro que no perderá su recompensa...

Toda acción buena tiene su premio y, en consecuencia favorece y beneficia a la comunidad. Por el contrario, toda acción mala tendrá su castigo y también perjudicará a la comunidad. Eso debe ayudarnos a ser más responsables y a considerar que cualquier acto mal intencionado y egoísta, no solo nos perjudica, sino que también sus efectos recaen en mal para los demás. 

Pero, todavía sus efectos pueden ser peores cuando es motivo de escándalo para los pequeños, los inocentes e indefensos. Las Palabras que les dedica Jesús son terribles: - Mc 9,38-43.45.47-48 -Y al que escandalice a uno de estos pequeños que creen, mejor le es que le pongan al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y que le echen al mar. Y si tu mano te es ocasión de pecado, córtatela. Más vale que entres manco en la Vida que, con las dos manos, ir a la gehenna, al fuego que no... 

Nuestro mayor tesoro son nuestros actos. Tengámoslo presente y seamos responsables en vivir en la verdad y actuar siempre en bien de los demás. Cualquier acto por pequeño que sea -  un vaso de agua - tendrá la recompensa de nuestro Padre Dio.

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