domingo, 28 de abril de 2024

UNA CONSTANTE EN LA VIDA: PERMANECER

Nuestra permanencia está estrechamente relacionada con nuestra fe y unidad. Si decimos que permanecemos estamos entendiendo que relegamos a un segundo plano aquello que no es esencial y que, por tanto no nos impide estar unidos y darnos mutuamente desde nuestra fe en el Señor. Solo podemos permanecer desde la unidad y fe en la Persona de nuestro Señor Jesús. De modo que cuando nos separamos, por las razones que sean estamos poniendo en peligro y tela de juicio nuestra permanencia en el Señor.

Resulta que si damos prioridad a nuestras razones, a nuestros intereses, a nuestros egoísmos y pasiones chocamos unos con otros. Y nuestra mutua permanencia se resquebraja y divide. Permanecer es afirmar que se puede contar con nosotros porque todo lo demás queda afuera. Nos despojamos de nosotros para permanecer en el Señor como Él permanece en nosotros

Eso fue lo que sucedió en aquellos momentos de la Pasión del Señor. Los apóstoles, aunque se escondieron y dejaron a Jesús solo, permanecieron juntos y unidos. Jesús, cuya permanencia en nosotros es garantía de su Palabra, se les aparece cuando están reunidos. Posiblemente sea esa una razón más de la necesidad de la Iglesia que nos convoca a eso, a permanecer unidos en la fe, y en el compromiso mutuo del amor que Jesús nos declaró en aquella última cena del lavatorio de los pies.

Experimentemos que en el compromiso de permanecer unidos está el Señor. Sus Palabras no son bien conocidas: «ámense unos a otros como yo los amo», porque, el Señor, ha Resucitado y continúa permaneciendo entre nosotros. Permanezcamos también nosotros injertados en el Señor, unidos a Él y a los hermanos haciendo verdadero cumplimiento de su mandato: «Ámense unos a otros como yo los he amado»

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